Poeta en Nueva York (Federico García Lorca)

En 1928 Federico García Lorca publica Romancero Gitano, el libro que le consagra como gran poeta pero que también provocó la crítica de Salvador Dalí por considerarlo demasiado folklórico y demodé.  Poco después, entre junio de 1929 y marzo de 1930, viaja como becario a Nueva York, experiencia muy importante para él y para su poesía, que tiene la posibilidad de revestirse del cosmopolitismo y la modernidad de la que adolecía. 

Autorretrato en Nueva York (Federico García Lorca)

 

El mundo neoyorkino produjo en él una conmoción violenta. Allí vio las manifestaciones máximas del poder del dinero: la injusticia social y la deshumanización. Y tales son los grandes temas de Poeta en Nueva York, poemario donde el granadino sale de su zona de confort y juega con la experimentación y el vanguardismo y en el que incorpora un acento aún más social. Los poemas que lo componen son gritos de dolor y protesta. Ahora la frustración o la angustia ya no son sólo las del poeta. Su “corazón malherido” ha sintonizado con millones de corazones malheridos, y la conmoción espiritual y la protesta encuentran cauce adecuado en la técnica surrealista. En suma, Lorca ha ampliado su mundo poético y ha renovado profundamente su lenguaje, que alcanza una nueva cima.


Ciudad sin sueño 

 Nocturno del Brooklyn Bridge

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.

No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.

Un día
Los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.

Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aun andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
Haya un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.


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