Cómo saborear Ulises (sin que se haga bola)

 El Ulises de James Joyce es ese libro que siempre figura entre los imprescindibles (nefasta etiqueta, en mi opinión) de la literatura universal. Desde luego que fue una obra innovadora en su tiempo y que ha ejercido gran influencia desde su publicación, pero también es una de las que ha provocado más frustraciones entre lectores de todo el mundo. Por supuesto que el hecho de rendirse no te convierte ni en peor lector ni en menos culto, pero sí que te invito a que, al menos, lo intentes. Si consigues conectar con él, la experiencia es muy gratificante y, si no, hay otros muchos libros esperándote con las hojas abiertas.

A continuación, y por si te sirven de ayuda, te ofrezco una serie de consejos (o de tips, como dicen los modernos) con el deseo de que sirvan para minimizar las posibilidades de rendición.

 Elige una buena edición

 Lo primero es escoger una edición que merezca la pena. Si para los propios angloparlantes puede resultar difícil, imagina sumar a esas complicaciones la de una mala traducción. Tenemos la fortuna de que, al ser este año el centenario de su publicación, hay mucho y bueno donde elegir. De entre todas, recomiendo dos: la de Alianza y la de Lumen.

La primera de ellas, con traducción de María Luisa Venegas Lagüéns y Francisco García Tortosa se ha realizado teniendo en cuenta cinco versiones diferentes del texto. La segunda corre a cargo de José María Valverde y se alzó con el Premio Nacional de Traducción en 1976 y ha sido revisasda para la ocasión. Además, incluye un mapa del Dublín de la época.

A lo Simeone

A la hora de enfrentarse a un tocho de tal envergadura es fundamental la paciencia y la constancia. No pienses en las casi mil páginas que tienes por delante. Lo mejor es leer desde el cholismo e ir partido a partido o, en este caso, página a página. Y procurar que el libro no se quede acumulando polvo en la mesilla de noche. Aunque sólo sea para leer dos o tres páginas, lo ideal es vivitarlo a diario para no perder el tono ni el hilo.

 Homero Primero

 El propio Joyce recomendó tener presente La Odisea de Homero antes de leer su Ulises. Ambos siguen la misma estructura. Por ejemplo, el héroe homérico se enfrenta a 18 aventuras distintas, como son 18 los capítulos que contiene la obra de Joyce, guardando cada uno de los cuales relación con su correspondiente de La Odisea. Además, ambas obras se estructuran en tres partes, como son tres los protagonistas principales de uno y otro. Leopold Bloom, Dedalus y Molly Bloom, los tres protagonistas de la novela de Joyce, se identifican con los tres protagonistas de La Odisea (Ulises, Telémaco y Penélope respectivamente). Eso sí, han sido despojados de sus valores heróicos, quedando reducidos a algo así como el negativo fotográfico de los personajes homéricos.

Quien haya leído La Odisea reconocerá las múltiples analogías y referencias de las que se encuentra salpicado el Ulises. Por ejemplo, en el capítulo XV, la Circe homérica se transfigura en la novela de Joyce en una prostituta. Los Lestrígones de aquél son los clientes que beben en la taberna a la que entra Bloom. Las Sirenas, que con sus cantos hacen enloquecer a los hombres, son aquí dos camareras de hotel empeñadas en retener a sus clientes. Y, como estas, son muchas las referencias que podemos encontrar.

A la de tres

Si nunca has leído nada de Joyce, recomiendo que empieces por Dublineses. Se trata de una colección cuentos que dibujan a la pefección a las clases media y baja del Dublin de principios del siglo XX, y que puede servir para familiarizarte con el escenario en el que se situará el Ulises

Si te ha gustado (que apuesto a que sí), lo siguiente sería echar mano del Retrato del artista adolescente, novela semiautobiográfica en la que Joyce ya empieza a experimentar con algunos rasgos estilísticos que alcanzarán su máximo esplendor en Ulises. De hecho, está protagonizada por en joven Stephen Dedalus, con el que volveremos a encontrarnos, ya adulto, en Ulises

Si pasas la prueba con estos dos libros, ya estás más cerca de poder triunfar con la obra magna de Joyce.

 I love Dublín

Joyce es Dublín. O Dublín es Joyce. Como prefieras. Si has visitado la capital irlandesa, si la has saboreado, si conoces sus calles y rincones, verás palpable la huella del escritor del que tan orgullosos se sienten sus paisanos. Y también verás que, pese a los años trascurridos, sigue siendo reconocible la ciudad que retrató Joyce en sus libros. No es imprescindible, pero tener la imagen de Dublín en la mente mientras se lee el Ulises sirve para contextualizar la novela, para que aquello que se narra resulte más familiar y que seguir las andanzas de sus tres protagonistas no sea algo abstracto. Tener a mano un mapa de la ciudad también ayudará a situarnos.

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