Una visita al Museo Magritte

 René Magritte es uno de mis pintores favoritos, por lo que era imposible no visitar su museo en nuestro viaje a Bruselas. Aun teniendo en cuenta que sus obras más reconocidas están repartidas por todo el mundo, las más de 200 creaciones que alberga entre pinturas, carteles, esculturas, dibujos y demás, hacen que su visita sea imprescindible. 

La obra de Magritte ofrece un despliegue de imágenes intrigantes, misteriosas e incluso absurdas, y es difícil dar con una clave que nos permita organizar todo ese muestrario de misterios. No todo en Magritte es explicable, no podemos pretender que todos sus enigmas puedan despejarse. En palabras de Guillermo Solanasu complejidad no reside en su vida, sino en su cabeza, ya que es un pintor cerebral. Y penetrar en sus intenciones supone un enorme desafío.

El museo forma parte de los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica y comparte ubicación con ellos en la Plaza Real, (así que puedes aprovechar para visitar todos) y dentro de un palacio de estilo neoclásico del siglo XVIII. Está estructurado de forma cronológica, en tres plantas que van de arriba a abajo.

Así, la visita comienza en el nivel 3, con el periodo que va hasta 1929. Abarca su etapa constructivista, su descubrimiento de la obra de De Chirico y del surrealismo. De hecho, el conocimiento de la obra del autor italiano, que se produce en 1922, es crucial en el devenir artísitico de Magritte ya que provocará en él una ruptura con su estilo anterior y la llegada a su estilo de madurez, que quedará fijado en torno a 1926.

En 1927 se establece en París y entra en contacto con las corrientes surrealistas tan en boga por entonces en la capital francesa, pero no se limita a adoptar sin más los preceptos surrealistas, sino que los enriquece aportando espíritu crítico, ironía y su característico ilusionismo.

También encontramos en este nivel sus investigaciones acerca de las relaciones entre las imágenes y las palabras, que exploró ampliamente entre 1928 y 1930.

El nivel 2 va de 1930 a 1950 cuando, después de sus años parisinos, Magritte regresa a Bruselas. Acuciado por la crisis económica, se ve obligado a intoducirse en el mundo de la publicidad. Aquí no sólo encontró un medio de subsistencia, sino que le sirvió de aprendizaje para algo que, desde entonces, se convirtió en crucial en su creación: los conceptos de imagen y repetición. También son sus años de mayor compromiso político y en los que más fuerte se hace su vículo con el Partido Comunista.



Durante esta época se afianzan en su obra símbolos como la paloma (y las aves en general), las puertas y las ventanas, los espejos, el paisaje y los espacios, sin los cuales no se entendería a Magritte.

Conforme avanzan los años 40 su estilo se aproxima más al de los impresionistas (no en temáticas, sino en la técnica), abandonando su precisión en el dibujo. Sin embargo, este giro no duró demasiado y, en los 50, volvió a su estilo anterior. Aquí puedes encontrar obras como Le retour (1940), La réponse imprévue (1932) o L'incendie (1943) (en la imagen).



Por último, en el nivel 1 tenemos las obras desde 1951 hasta su fallecimiento en 1967. Está dedicada a la investigación de Magritte sobre la repetición y a las grandes imágenes magritteanas centradas en El Dominio de la Luz y El Dominio de Arnheim. Los años 50 son los de la consagración y expansión internacional de Magritte, cuyas obras se exponen ya por toda Europa y Estados Unidos. Uno de los lienzos más importantes de esta época es L'empire des lumières (1954) (en la imagen). Esta pintura, de la que hizo distintas versiones, inspiró (según cuenta la tradición) a William Friedkin en una de las escenas más icónicas de El exorcista.


 

La colección se complementa con fotografías y filmaciones relacionadas con el autor, haciendo de la visita una experienca agradable y necesaria para los aficionados a la pintura en general y a este genial artista en particular.

Todas las imágenes extraidas de la web de Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica.


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