En ella, Blasco Ibáñez nos narra la historia de Ulises Ferragut que, aleccionado por su tío, su padrino y la larga saga familiar de navegantes, ya desde niño manifiesta su deseo de convertirse en marino. Tras varios años de aprendizaje y aventuras llega a ser armador y capitán de su propio vapor y se lanza a las aguas de todo el mundo con gran fortuna hasta el estallido de la I Guerra Mundial. En ese momento unas reparaciones en su buque le obligan a permanecer una larga temporada anclado en Nápoles, donde las circunstancias confluyen para que acepte colaborar, con nefastas consecuencias, con la causa alemana. Este momento dará un dramático giro a su existencia.
Además del argumento ya mencionado, la novela pretende ser un homenaje al Mediterráneo, cuya historia, mitología y peculiaridades geográficas y biológicas quedan plasmadas con una profusión, a mi juicio, excesiva. Porque, si bien al principio se leen con interés y curiosidad (en especial si el lector es hijo de este Mar), llegan a hacerse tediosas, acumulando páginas y páginas de exhaustivas y monótonas descripciones. De hecho, hay que armarse de paciencia para llegar a lo mollar de la novela sin desfallecer en el intento ni caer en la tentación de saltarse estas parrafadas. Una vez superado ese punto (aproximadamente a la mitad del libro) se hace algo más interesante y la historia, a la que no se le puede discutir que no sea atractiva, comienza a ganar velocidad.
Mare Nostrum forma parte, junto a Los cuatro jinetes del Apocalipsis y Los enemigos de la mujer, de su trilogía sobre la Gran Guerra, tres narraciones independientes entre sí pero que tienen como telón de fondo el trágico conflicto internacional. Siempre recomendaré a Blasco Ibáñez, pero esta novela en particular creo que sólo es apta para admiradores incondicionales del valenciano. Si aún no lo has hecho y tienes interés por adentrate en su obra, te recomiendo que comiences por las de su primera época que menciono al principio de esta entrada.
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