Pérez-Reverte, Alatriste y la literatura

Siempre está bien recordar reflexiones de escitores aunque sean de hace tiempo. En el peor de los casos suponen un interesante documento histórico que nos ayuda a entender o situar al protagonista y, en el mejor, nos aporta enseñanzas atemporales que pueden sernos de utilidad como lectores y como personas. Hoy traigo las notas de la conferencia de Arturo Pérez-Reverte con motivo de la presentación de su novela (la segunda de la saga del Capitán Alatriste) Limpieza de Sangre, que tuvo lugar el 15 de diciembre de 1997 en Murcia.


Respecto a El capitán Alatriste, puede que en Limpieza de sangre tenga una visión más pesimista de España porque he leído más a Quevedo y otros autores y me he dado cuenta de que la España del XVII y la actual se parecen mucho, sobre todo en lo malo.

Los personajes

No hay héroes redondos, y Alatriste tampoco lo es. De hecho, no es alguien recomendable. Lo que Íñigo Balboa admira de él es que es consecuente. 

Angélica de Alquézar es la mujer con mayúsculas, y ya está en otros personajes de mis novelas. Siempre se ha planteado a la mujer como comparsa, como la que grita pidiendo auxilio mientras espera que la rescaten de los indios. Yo la veo más bien como cómplice o incluso enemiga.

La Lebrijana es una buena mujer. Fue puta y ahora es el consuelo de Alatriste, pese a que éste no la ama.

Fray Emilio Bocanegra es la España negra y triste, es lo peor de nosotros. Nosotros fuimos (y somos) cómplices de la Inquisición al igual que los alemanes lo fueron de los nazis: por miedo.

Gualterio Malatesta es mi malo favorito. Es la quintaesencia de todos los malos que he visto y leído.

Quevedo es de carne y hueso. Hay un poema, el soneto de amor más bello para mí, que lo demuestra:

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera.
Mas no desotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido:

 A Góngora no me lo imagino emborrachándose en una taberna o dando estocadas; es más serio. Lope de Vega está más cerca de Quevedo que de Góngora para mi gusto, es más carne y sangre.

La literatura y el éxito

La literatura es un saqueo, y eso me gusta. Ojo, no el pillaje. El autor toma todo aquello que necesita de la vida, y eso es legítimo. A Alejandro Dumas le acusaron de violar a la Historia y él respondió que era cierto, pero que le hacía bellas criaturas. Yo lo intento. Luego está el éxtito, que tiene bastante de casualidad. Yo he tenido suerte. Hay un lector cómplice que comprende todos tus guiños, al que dices "vamos a jugar juntos" y acepta. Ese es el lector ideal. Un libro es papel muerto y letra que no dice nada sin nadie que les de vida.

Amigos y enemigos

 Hay dos cosas que he aprendido a lo largo de la vida: la compasión y la complicidad. La compasión la descubrí a los veinte años. Yo entonces era cruel, como todos los jóvenes, y por eso iba a las guerras. La complicidad la descubrí más tarde. Te das cuenta de que el malo podrías haber sido tú. Es la complicidad de los viejos enemigos. Cuando empecé en el periodismo había un reportero mayor que yo, que ya tenía marcado su territorio y que, al llegar yo, tuvimos problemas, incluso de llegar a darnos de leches un par de veces. Pero cuando pasa el tiempo te das cuenta de que el enemigo sabe tanto de ti como tú de él, y todo acaba en esa complicidad. Esto es algo que pasa con D'Artagnan y Rochefort en Veinte años después, y en otras obras. En Limpieza de sangre hay un pasaje en el que Martín Saldaña pasea con Alatriste y le dice "ya vamos quedando pocos". Esto incluye tanto a amigos como a enemigos.

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