La fragua de Vulcano (Diego de Velázquez)

Velazquez pinta La fragua de Vulcano en 1630, durante su estancia en Roma, y en él plasma una de las enseñanzas más importantes que adquiere en este viaje: la conquista del espacio interno. Por primera vez consigue plasmar el aire que existe entre las personas y los objetos con el fin de crear espacio, consiguiendo así una representación plenamente realista.

En La fragua de Vulcano nos encontramos ante un pasaje del libro IV de Las Metamorfosis, de Ovidio: Apolo, el dios que ve primero todas las cosas y gobierna todo con su luz, presenció el adulterio de Venus con Marte y acude a contárselo a Vulcano, esposo de aquélla. El herrero se encontraba en ese momento forjando, junto a los Cíclopes, una armadura para el mismo Marte, y se queda boquiabierto y en suspenso por el asombro que le provoca. Casi podemos escuchar el sonido de la noticia por medio de las expresiones. Vulcano  mira incrédulo a Apolo y, tanto él como los Cíclopes cesan un momento toda actividad para prestarle atención.

Hasta el siglo XVII los pintores solían contar bien el adulterio (como hace por ejemplo Botticelli en Venus y Marte), bien el desenlace de esta historia, el momento en el que Vulcano completa su venganza atrapando a los adúlteros y exponiéndolos a la burla del resto de dioses del Olimpo, lo que provoca la vergüenza de Venus, como podemos ver en el lienzo de Maerten van Heemskerck Marte y Venus atrapados en la red de Vulcano. Sin embargo Velázquez es original y opta por "fotografiar" la revelación de la infidelidad.

Venus y Marte, Botticelli

Venus y Marte atrapados en la red de Vulcano, Maerten van Heemskerck

La fragua de Vulcano
Diego de Velázquez
1630
Óleo sobre lienzo
Museo del Prado, Madrid

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