Museo del Greco (Toledo)

Toledo es una ciudad que merece la pena visitar por múltiples razones. Callejear por su casco antiguo es, ya por sí sólo, todo un placer. Pero los amantes de la  pintura tienen en el Museo del Greco, ubicado en el Paseo del Tránsito, un aliciente extra.

Hay que dejar claro que, si bien está muy cerca de su emplazamiento, no se trata de la auténtica casa del pintor cretense, sino de una reproducción efectuada a principios del siglo XX gracias al esfuerzo del Marqués de la Vega-Inclán, que compró una serie de casas abandonadas con la idea de recrear en ellas lo que pudo ser el Toledo del Greco. La restauración corrió a cargo de Eladio Laredo y Carranza, que dividió el edificio en dos partes: por un lado, una interpretación de la casa del Greco, en torno al patio toledano y, por otro, la pinacoteca propiamente dicha. Más adelante, en 1925, se construye la capilla para colocar el artesonado y contextualizar el retablo de San Bernardino. En 2011 se efectuó una profunda renovación del Museo, quedando tal y como lo conocemos ahora.

La visita comienza por los jardines y las cuevas que, se piensa, constituían el sótano y el semisótano del palacio que Samuel Leví, tesorero de Pedro I, se construyó a mediados del siglo XIV. A continuación, pasamos a ver las salas del marqués de la Vega-Inclán, personaje clave en el redescubrimiento la figura del Greco. Aquí podemos apreciar el patio, la recreación de una cocina de la época con su ajuar doméstico y la sala del Museo de arte español, que alberga obras adquiridas por el Marqués, entre las que destaca un retrato realizado por Sorolla y una copia, realizada por Madrazo, de la Sagrada Familia del Greco.

Las obras que alberga el Museo son, en su mayoría, del periodo tardío del artista. Las más importantes son:

Los trece lienzos del Apostolado (considerado el más importante de los realizados por El Greco), pintados entre 1608 y 1614. Pese a ser un trabajo realizado en su taller, la mano del maestro se encuentra muy presente en ellos. De hecho, su composición abocetada y la enorme importancia que le concede a las expresiones de los rostros, que intentan plasmar la personalidad del representado, son rasgos característicos de la última etapa del cretense. 
 
El cuadro más acabado del conjunto es el del Cristo Salvador, en el que la figura del Redentor aparece bendiciendo a la griega, de frente y sosteniendo un globo del mundo. Otra de las cosas que aporta valor a este Apostolado es que en él aparece San Bartolomé, que no era una figura frecuente en ellos. Alguno de los trece lienzos, como por ejemplo el de San Judas Tadeo, están inacabados, permitiendo así atisbar la forma de trabajo del artista.
 
Respecto a La Vista y plano de Toledo, se sabe que El Greco realizó al menos tres vistas de Toledo, una de las cuales se conserva en el Metropolitan Museum de Nueva York. En la que encontramos aquí, el edificio del Hospital de Tavera cobra especial importancia, encontrándose en el centro, alzado sobre una nube y girado hacia el espectador, quizá porque fue realizada para Pedro Salazar de Mendoza, administrador de esta institución. Algo característico de este lienzo es el doble nivel de representación: además de la vista propiamente dicha, encontramos a un joven (el hijo del pintor) que sostiene un detallado plano de la ciudad.

Las lágrimas de San Pedro como símbolo del arrepentimiento y la penitencia es un tema recurrente en la obra del cretense que, por otro lado, se cree que fue el primero en tratarlo en la década de 1580. En la misma ciudad de Toledo hay otros dos lienzos con la misma temática, uno de la Catedral y otro en el Hospital de Tavera. El que se encuentra en el Museo del Greco fue donado por el marqués de la Vega-Inclán y está datado entre 1587 y 1596. 
 
Muy cerca de él podemos ver una versión del mismo tema realizada por Zurbarán hacia 1633, permitiéndonos así comparar los estilos de dos de los más grandes maestros de la pintura española.

Por último mencionaremos el Retablo de San Bernardino, obra totalmente autógrafa del Greco documentada en 1603 y que realizó para el Colegio Franciscano de San Bernardino. La importancia de esta obra es doble, ya que se exhibe en su retablo original, que fue diseñado también por El Greco y realizado en madera tallada siguiendo la inspiración veneciana, como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta los años de formación que el artista cretense pasó en la ciudad de los canales.

San Bernardino de Siena, fundador de la congregación de los Hermanos de la Observancia, se recorta sobre un cielo tormentoso que potencia su majestuosidad pero, al mismo tiempo, su fragilidad. El alargamiento de la figura y su expresión melancólica no hacen más que ahondar en la profunda espiritualidad del santo.


Comentarios