Cuando fui mortal (Javier Marías)

 

Si hay una palabra que defina a Javier Marías es elegancia. Como si de una extensión de su propio ser se tratara, la misma distinción que destilaba en persona se desborda por sus páginas en un claro ejemplo de que no es necesario ser pedante para ser un virtuoso. Por desgracia, ya nunca más lo veremos pasear por Madrid con su figura galanesca y sus modales de caballero venido de otra época, pero siempre nos quedarán sus libros como maravilloso regalo, y su lectura como el mayor homenaje que le podemos hacer a uno de los poquísimos autores contemporáneos que (estoy seguro de ello) trascenderá su tiempo,

Editado en 1996, Cuando fui mortal recopila doce relatos que publicó en diferentes medios entre 1991 y 1995, y que son como doce pastillas de caldo concentrado de Javier Marías. En ellos encontramos los rasgos característicos de su pluma con el extra de la brevedad y la variedad temática, lo que lo convierte en un libro muy ameno que nos deja siempre con ganas de pasar la página para ver qué nueva historia nos espera. 

Dentro del nivel sobresaliente que mantienen todos los cuentos, me permito destacar cuatro que, en mi opinión, alcanzan la matrícula de honor.

En La herencia italiana nos cuenta el caso de dos mujeres. Ambas son italianas, residen en París y son amigas del narrador, pero no se conocen personalmente entre ellas. Sin embargo, sus vidas van adquiriendo un inquietante cariz clónico del que el amigo común es testigo.

Cuando fui mortal, relato que da título al libro, va sobre la dicotomía conocimiento/ignorancia o (estrechamente relacionada con ella) preocupación/felicidad. En este, el protagonista está muerto y nos cuenta cómo desde su nueva situación es capaz de acceder a todo aquello que ignoraba cuando estaba vivo, lo cual da nuevo sentido a ciertos hechos.

Sangre de lanza nos sumerge en una turbia historia de crímenes y engaños.  Es el relato más extenso del libro, y por momentos recuerda a Vázquez Montalbán, pero después de haber enviado a su Pepe Carvalho a una escuela de buenos modales.

En Menos escrúpulos la necesidad arrastra a una mujer al mundo del cine porno. Mientras espera su turno para intervenir en su primera película, conoce al que será su compañero de rodaje, con el que mantiene una reveladora conversación.

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