Treinta y tres muchachas salen a cazar la mariposa blanca (Max Ernst)

 

Es una obra del periodo en el que Ernst regresa a Francia de su exilio en Estados Unidos. 

Estamos en los años 50 y, en esa época,  Ernst retoma y evoluciona el frotagge y el gratagge, técnicas que había desarrollado en los años 20, y las utiliza para crear una gran explosión de energía, de luz, de color e, incluso, de calor, que se ha vinculado con el interés típico de la década por la energía atómica. Por entonces la metáfora de la bomba atómica atraviesa la creación artística (lo vemos también en Dalí), y es probable que Ernst pensara en ello para este cuadro, aunque el título sea onírico y no lo evoque. Dicho título procede de un poema del propio Ernst titulado Presencia de Alicia, en el que aparecen referencias explícitas al contenido simbólico del cuadro:

A la conjonction de deux enseignes, dont l'une pour une école de harengs et l'autre pour une école de cristaux, trente trois fillettes partent pour la chasse au papillon blanc, les aveugles dansent la nuit, les princes dorment mal et la parole est au noble corbeau.

El título es relevante porque, a primera vista, podríamos pensar que es un cuadro abstracto, inmerso en el informalismo de los años 50. Sin embargo, Ernst realizó muchas declaraciones remarcando que la creación o invención de nuevas formas sólo tiene sentido cuando esas formas son interpretadas por el artista. Es decir, que el artista no debe conformarse con arrojar al azar una serie de formas y colores, sino que tiene la obligación de interpretarlos; la abstracción no basta, hay que internarse en el dominio de la interpretación que apela al inconsciente. Por eso Ernst, a pesar de que pinta cuadros casi abstractos (sobre todo en su periodo tardío), siguió siendo siempre un surrealista de corazón.

Treinta y tres muchachas salen a cazar la mariposa blanca
Max Ernst
1958
Óleo sobre lienzo
Museo Nacional Thyssen Bornemisza (Madrid)

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