¡Qué mala suerte!

No es necesario estar dentro del mundillo artístico para conocer la enorme cantidad de supersticiones que se mueven en torno a él. Una de las más arraigadas entre los actores es la del mal fario que tiene el color amarillo, creencia que hunde sus raíces en el siglo XVII cuando el genial dramaturgo y actor francés Molière fallece en el escenario vestido de ese color. Al menos eso dice la tradición, pero ¿qué hay de cierto?

Pues la realidad es que lo del amarillo como color de mala suerte sucede sólo en España. Y que ni Molière murió sobre las tablas ni vestía de tal color. Lo que realmente sucedió es que, mientras se encontraba representando El enfermo imaginario, se sintió indispuesto (al parecer ya se encontraba enfermo de tuberculosis desde hace un tiempo), enseguida lo bajaron del escenario y lo llevaron a su casa, donde fallecería ese mismo día, sí, pero en su lecho, no en las tablas. Era el 17 de febrero de 1673.

Hay que tener en cuenta que Molière era la primera figura del teatro europeo de su tiempo, por lo que su muerte es noticia en todo el continente, incluida, por supuesto, España. Y aquí es donde se produce la confusión que tan mala como inmerecida fama ha dado al color amarillo hasta nuestros días. La información que llega de Francia indica que Molière vestía un ropaje amaranto (rojizo), pero aquí ese término se tradujo por error como amarillo. Y de ese malentendido surge la superstición.

Si hacemos un recorrido gafe por Europa, nos encontramos con que en Francia, por ejemplo, el color de la mala suerte es el verde debido a un pigmento que usaban los actores mucho antes de la época de Molière (el óxido de cobre) que resultaba tóxico y los hacía enfermar. Algo similar sucede en Grecia, donde el verde es el color repudiado por cuestiones tóxicas, pero en este caso vinculado a las máscaras que utilizaban los actores de la antigüedad. En Italia es el morado el color de la mala suerte en el teatro porque en la época de Adviento y Cuaresma la Iglesia no permitía que se hicieran representaciones teatrales, y los altos dignatarios de la Iglesia vestían de ese color.


Comentarios