Jaime Gil de Biedma

Jaime Gil de Biedma nació en Barcelona en 1929, en una familia de la alta burguesía. Esto favoreció una educación refinada y cosmopolita que se traduce en su obra. Terminó derecho y ejerció varios años como profesor de Historia del Derecho. En 1953 marcha a Oxford, donde profundiza en el estudio de la literatura inglesa, destacando sus traducciones de T. S. Elliot y W. H. Auden. A su regreso se instala en Madrid e intenta ingresar en la Escuela Diplomática. Durante estos años conoció a Jorge Guillén, Vicente Aleixandre y María Zambrano. En 1954 empieza a trabajar en la Compañía de Tabacos de Filipinas, lo que le obliga a desplazarse periódicamente a este país, del que quedan referencias en algunos poemas y donde tuvo lugar un lamentable hecho, reconocido por él mismo en sus memorias, y que lastraría su imagen en el futuro: mantiene relaciones sexuales con un niño de no más de 13 años. Unos años después enferma de tuberculosis y marcha a Segovia a restablecerse, empezando aquí la redacción de su libro Diario del artista seriamente enfermo, en el que se observan datos personales del autor relacionados con su infancia y adolescencia. 

Desde el punto de vista político se produce en él una evolución hacia la izquierda que se concreta en la participación en las conversaciones poéticas que se organizan en 1959 para conmemorar el XX aniversario de la muerte de Antonio Machado. También suscribió el escrito que un grupo de intelectuales dirigió a Manuel Fraga, por entonces Ministro de Información y Turismo, para denunciar las torturas a diferentes personas de ideología contraria al régimen. 

De producción poética breve, Gil de Biedma ha sido considerado como el eslabón entre el realismo social y la generación de autores que empieza a publicar a mediados de los 60. En su poesía hay una marcada voluntad de comunicación con el receptor a través del relato de experiencias y sentimientos íntimos y privados. Dos faceta esenciales en su trabajo literario fueron las de crítico y traductor. Estas actividades son el reflejo de una personalidad rica y compleja, y sirven de complemento a su labor poética. Posiblemente, una de las consecuencias que se derivan de ellas y que se refleja en su poesía es la intertextualidad: la cita o la inclusión de versos ajenos en bastantes de sus composiciones. En su primera obra, Compañeros de viaje, aparecen préstamos de autores como Bécquer, Machado, Garcilaso de la Vega, Cernuda, Víctor Hugo, e incluso llega a incorporar letras de canciones y de zarzuelas, aunque esto se verá más claro en su segundo libro (Moralidades).

Gil de Biedma (Foto: M. Otero/El Mundo)

En la poesía de Gil de Biedma la experiencia personal es uno de los ingredientes fundamentales. Él mismo declaró que en su poesía no había más que dos temas: el paso del tiempo y su yo. Otro tema es el de la fraternidad, por medio de la que intenta encontrar soluciones y respuestas colectivas a los problemas de los 60. Esta fraternidad le lleva a sentirse solidario con quienes, a finales de los 50 y principios de los 60, se rebelan contra el régimen vigente. Se produce en estos años la transición del “yo” al “nosotros” en su poesía, toma de conciencia de los problemas que ocurrían a su alrededor y los incorpora a su creación. Este sentimiento de fraternidad, no obstante, se fue desmoronando con el tiempo ya que la esperanza de acabar con el franquismo se extingue conforme avanzan los años 60. La llegada de la madurez impregnó su poesía de un sentimiento de nostalgia que le lleva a mitificar el pasado. Este cambio se evidencia en los 70 y aparece en su último libro, Poemas póstumos

Otro de sus temas es el amor tratado de una manera clara y apasionada. Incluso la vena erótica se hace patente en algunos poemas. Gil afirma su homosexualidad sin ningún recelo o sentimiento de culpabilidad. 

Poco a poco se produce en Gil de Biedma una evolución hacia el escepticismo, la amargura y el pesimismo, aunque siempre teñido de un fino humor y una gran ironía. Ese sentimiento de desengaño se acentúa al percibir el poeta la decadencia física y creativa que le lleva a poner fin a su labor creadora en 1975 tras Las personas del verbo, obra que incluye composiciones de sus últimos 20 años.

En 1985 se le diagnostica SIDA y su salud va deteriorándose, lo que no le impide mantener cierta actividad cultural. Así, en 1988 participa en la Residencia de Estudiantes en su última lectura pública de poemas y en 1989 envía a su agente el manuscrito de sus memorias (Retrato del artista en 1956) con la orden de que no fuera publicado hasta su fallecimiento, hecho que sucede en 1990.

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