Las señoritas de Avignon (Pablo Picasso)

"Las Señoritas de Avignon fue mi primera pintura – exorcismo. Las máscaras no eran sólo esculturas para mí, eran objetos mágicos… armas para eludir el poder de los espíritus, para liberarse. De esta manera llegué a pintar los objetos tal como los pienso, no cómo los veo".

Pablo Picasso

 Las Señoritas de Avignon fue el más formidable ataque de la historia contra la representación mimética del arte. Está documentado que Picasso comenzó a trabajar en esta obra en 1906, conservándose más de ochocientos bocetos y estudios previos de la misma, lo que da idea del desmesurado trabajo del malagueño en busca de un nuevo lenguaje pictórico que, mirando hacia atrás (al arte primitivo) supusiera un salto hacia adelante. La concluyó en el verano de 1907, pero no llegó a exponerse hasta 1916, y en 1920 se publicó su título. Hasta entonces la obra sólo era conocida por personas próximas a Picasso. Se cuenta que Leo Stein la definió como “una solemne estupidez”. André Derain vaticinó que supondría el suicidio de Picasso. Matisse le imputó la muerte de la pintura, y Braque dijo: “es como si bebieras petróleo mientras te tragas una antorcha”.

Las señoritas retratadas eran un grupo de prostitutas de un burdel de Barcelona. La referencia a Avignon  con la que ha pasado a la historia se debe a una confusión entre esa localidad del sur de Francia y la barcelonesa calle Avinyó, en la que abundaban los lupanares.

En un estado inicial la composición constaba de siete figuras. En el centro, un marinero se sentaba entre cinco prostitutas, cada una de las cuales giraba la cabeza hacia un estudiante de medicina que entraba por la izquierda. Incluso el primer título de la obra, Le bordel philosophique, reforzaba esa idea original. Más adelante desaparecen las figuras masculinas en un proceso que acercaba la obra a las propuestas del cubismo. 

La versión final mostraba cinco figuras femeninas desnudas en un burdel, pero de una forma completamente nueva. La tendencia a la máscara primitiva se acentuó de manera radical. Sin embargo, el factor más rompedor radicaba en que figuras, objetos y espacio no estaban diferenciados al modo tradicional. No existía la perspectiva renacentista. El fondo se acercaba a las figuras y se fragmentaba en planos duros y puntiagudos, como trozos de un vidrio roto. Picasso extendió el color en amplias zonas planas para contrastarlo con líneas duras y angulosas. Además, las señoritas parecían giradas hacia el espectador del cuadro como si él y el cliente del burdel fueran la misma persona pero con perspectivas distintas de lo que veían.

Los cubistas declararían que su arte era realista, era una reinterpretación objetiva de la realidad. En cambio, Las señoritas de Avignon provocaba una impresión de violencia y desasosiego. El contraste entre la ferocidad de las dos figuras del lado derecho con la ausencia de emoción en los rostros de sus compañeras pudiera ser, incluso, el de una obra expresionista. Si nos fijamos en las tres figuras de la mitad izquierda, la nariz de las dos colocadas en posición frontal aparece de perfil, mientras que la situada más a la izquierda, de perfil, muestra un ojo visto frontalmente. Estas tres figuras, no obstante, se representaban desde un punto de vista estable. En la mujer en cuclillas, por el contrario, se violaron todos los cánones de la tradicional perspectiva lineal. Era como si el pintor se hubiera desplazado libremente alrededor del motivo reuniendo información desde varios ángulos y puntos de vista. 

Este abandono del sistema tradicional de perspectiva marcó el inicio de una nueva época en la historia del arte. El espacio ya no era el factor común que armonizaba los elementos del cuadro, sino un elemento como los demás, real, concreto, que se transformaba y descomponía igual que las figuras. Expresaba al mismo tiempo volumen y espacio, era el “espacio corpóreo” que dominó los inicios del cubismo.

Después de todo lo dicho, me parece interesante rescatar unas palabras de Olvido Rus en Drugstore Magazine (11/09/2025) que, sin restar importancia a Las señoritas de Avignon, sí que relativiza (y con razón) la importancia que siempre se le ha concedido a este lienzo  como punto de inflexión entre el clasicismo y el arte moderno. "La consideración de Las señoritas de Avignon como el cuadro que supone la vuelta de hoja definitiva del clasicismo", afirma Rus, "es un acierto cierta a medias. A vista histórica bien se le puede conceder tal mérito, pero en la trama real de su época, Las señoritas no tuvieron el papel determinante que hizo explotar la pintura de inicios de siglo. Fue un cuadro no visto, sino hablado, transmitido de boca a boca por el mundillo del arte de principios de siglo. [...]. Las señoritas de Avignon estuvieron recluidas hasta 1916, cuando se expusieron por primera vez al público. Para entonces, el cubismo había recorrido ya unos cuantos salones de arte, museos, galerías y magazines".

Ficha

Les Demoiselles d'Avignon
Pablo Picasso
1907
Cubismo
MoMA (Nueva York, USA)


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