Qué paradójico es todo. Ahora que está de moda lo de las líneas rojas, una de las que me autoimpuse muy fuertecito es que Rosalía jamás tendría cabida en este bastión del arte y la cultura. Alguien tan rebozado en aditivos marquetinianos, con la dicción de un catador de polvorones en plena jornada laboral y que canta como una cacatúa oligofrénica nunca entrará aquí, hombre, por favor. Me decía yo.
Pero, amigo, nunca digas de este agua no beberé ni ya no quiero más cerveza. Y la culpable ha sido esta maravillosa versión de Palabras para Julia, uno de los más bellos y tristes poemas escrito en el siglo XX. Su autor, Jose Agustín Goytisolo, lo creó en 1965 para dedicarlo a su hija Jullia, a quien puso el mismo nombre que su madre, fallecida durante un bombardeo de la Guerra Civil en 1938 cuando el poeta era un niño. En los años 60 Paco Ibáñez la versionó con gran éxito, y es de esa adaptación del cantautor valenciano de la que se sirve la Motomami.
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