Thérèse Desqueyroux (François Mauriac)


"Aceptarse, eso obliga a los mejores de entre nosotros a afrontarse a sí mismo, pero a cara descubierta, en un combate sin astucias"

Thérèse es una joven independiente, culta y atea. En resumen, una mujer demasiado moderna para su tiempo. Pero, pese a ello, no puede sustraerse a su destino: casarse con el primogénito de los Desqueyroux, otra familia adinerada de la pequeña localidad de Las Landas en la que reside. 

La historia comienza con nuestra protagonista saliendo del tribunal de justicia. Se la acusaba de haber intentado asesinar a Bernard, su marido, pero gracias a que éste ha testificado a su favor, ha sido absuelta. Bernard ha actuado así, aún a sabiendas de su culpabilidad, porque estaban en juego la carrera política del padre de la muchacha, el buen nombre de ambas familias y el futuro matrimonio de su hermana Anne con otro rico heredero. Esta hermana, por cierto es al mismo tiempo la mejor amiga de Thérèse y  pese a tener concertado su enlace con otro rico heredero, conoce a Azevedo, un enfermizo joven que está de visita en la zona, y se enamora de él.

En el largo trayecto en tren que la lleva de regreso a casa, donde la espera su marido, Thérèse va desgranando los retazos de la historia que la empujaron a intentar asesinarlo al mismo tiempo que intenta elaborar una historia con la que excusarse ante él por sus actos. Pero al llegar descubre que a éste le sobra cualquier explicación, que ya ha tomado una determinación respecto a Thérèse e, igual que ella intentó matarle, él va a someterla ahora al cruel castigo de la consunción en vida. 

Mauriac, al que podríamos clasificar dentro de la corriente del existencialismo católico, tiene como tema habitual en sus obras el del mal como ente intrínseco del ser humano. Aquí vemos cómo ese mal nace de la frustración (en el caso de Thérèse ) o del rencor (en el de Bernard) y se erige en el motor de ambos. Resulta difícil empatizar con ningún personaje, pues todos están iluminados con ese barniz maligno que adquiere distintas tonalidades según el caso. Así, en el padre de Therese luce como egoísmo, en el de Anne como envidia, en el de Azevedo como hedonismo y en el de la madre de Bernard como ambición. De tal modo, en poco más de cien páginas Mauriac nos ofrece todo un muestrario de las peores cualidades humanas en el que apenas queda margen para el optimismo. 

Publicada en 1927, el escritor francés, premio Nobel de Literatura en 1952, se inspiró en un caso real acontecido en 1906 para construir una novela que nos advierte sobre nosotros mismos y nos instruye sobre todo aquello de lo que deberíamos huir aunque nuestro instinto primigenio nos empuje a ello. Una novela, por otro lado, muy bien escrita, directa, sin florituras y de la que tengo la seguridad de que nunca perderá vigencia.

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