La visita de la vieja dama (Friedrich Dürrenmatt)


No, no es la contraseña del wifi. Dürrenmatt (1921-1990) es uno de los escritores suizos más importantes del siglo XX. Desarrolló distintos géneros, desde filosofía a novela policíaca pasando por guiones para radio y televisión, pero fue en el teatro en el que más destacó, utilizando con frecuencia el humor para plantear debates trascendentales. En España nunca ha sido muy representado. Fue La visita de la vieja dama la primera en subir a las tablas hispanas en 1965, cuando ya llevaba unas cuantas obras triunfando por teatros centroeuropeos. Y es de ella de la que me apetece hablar hoy. 

La pequeña y decadente localidad de Gullen está de enhorabuena: su vecina más excéntrica y multimillonaria vuelve después de muchos años. Todos ven en esa mujer y en su inagotable fortuna el fin de sus miserias. Y tienen razón porque, nada más llegar junto a su enésimo marido, su ejército de sirvientes y un ataúd, promete donar a la ciudad mil millones con una sola condición: matar a Till, el tendero de la localidad. ¿El motivo? Que en su juventud mantuvieron una relación que acabó con ella embarazada y socialmente repudiada  y él desentendiéndose del asunto. El pueblo se muestra tajante en su negativa a aceptar la propuesta, pero la semilla del mal ya está plantada. 

Dürrenmatt nos presenta una parábola sobre el poder corruptor del dinero con humor, pero con profundidad moralizante. Algo característico del autor es que muy rara vez sus personajes son totalmente buenos. En La visita de la vieja dama tenemos a Clara, que encarna el mal absoluto. Pero incluso Till, la víctima, es un ser con un pasado despreciable, y el único que intenta rebelarse contra la ignominia lo hace borracho, como si tuviera que evadirse de la realidad para superar la vergüenza de la que él mismo sabe que va a ser partícipe. De esta manera Dürrenmatt puede que no haga más que reflejar la verdadera naturaleza humana en la que no existen blancos o negros absolutos, sino que todos nos movemos en escala de grises. 

Me resulta sorprendente que no se represente con frecuencia hoy en día, pues es una obra plena de modernidad formal, escénicamente sencilla, de fácil digestión pese a su hondura y de eterna actualidad. Así que si entre mis tres lectores hay alguno que se dedique al asunto teatral, ahí tiene un regalito que le hago. De nada.

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