Crónicas marcianas (Ray Bradbury)

 

"Nosotros, los habitantes de la Tierra, tenemos un talento especial para arruinar las cosas grandes y hermosas".

Las tres primeras expediciones fracasaron pero, al final, el ser humano acabó poniendo sus sucias manos en Marte. Eso es lo que nos cuenta Ray Bradbury (1920-2012) en Crónicas Marcianas mediante una serie de relatos que se desarrollan a lo largo de 27 años, los que trascurren entre enero de 1999 (cuando el primer cohete abandona la Tierra) y octubre de 2026 (cuando el último cohete llega a Marte). Se trata de unos relatos independientes entre sí, aunque algunos personajes sean recurrentes, que se mueven entre la lírica de Encuentro nocturno o La mañana verde, la crítica social de Un camino a través del aire, Aunque siga brillando la vida o Usher II (en el que, por cierto, podemos encontrar un adelanto de lo que Bradbury narrará tres años después en Fahrenheit 451), el toque de humor de El hombre de la Tierra o la ciencia ficción clásica de El marciano

Son veinticinco relatos que podemos dividir en tres bloques: los siete primeros narran los intentos por asentarse en el planeta, el cuerpo central lo forman once narraciones que versan sobre la colonización y se cierra con otros siete, de corte más nostálgico e intimista, en los que asistimos al estallido de la guerra atómica definitiva en la Tierra.

El resultado final es un collage compacto y bien hilvanado que nos muestra al hombre no sólo como peor enemigo de sí mismo, sino de todo el Universo, poseedor de la fuerza constructiva que le otorga la ciencia y que, sin embargo, utiliza para la destrucción. Ésta comienza con el exterminio de la propia población marciana y el desprecio por su legado en una clara crítica al imperialismo yanki, y culmina con la aniquilación total de la Tierra. En sólo cuatro años son cientos de miles los humanos que llegan a Marte e instauran el modo de vida terrestre con todos sus vicios incluidos.

En palabras de Jorge Luis Borges, el tema de Crónicas Marcianas es "la conquista y colonización del planeta. Esta ardua empresa de los hombres futuros parece destinada a la épica, pero Ray Bradbury ha preferido un tono elegíaco. Los marcianos, que al principio del libro son espantosos, merecen su piedad cuando la aniquilación los alcanza. Vencen los hombres y el autor no se alegra de su victoria". Y es que en esa victoria hay una premonición del poder destructivo del hombre de la que ningún ser humano lúcido puede alegrarse. Más bien avergonzarse.

Al final, a modo de leve atisbo de esperanza, unos pocos individuos buenos consiguen escapar del colapso terrestre e instalarse como únicos habitantes en un planeta Marte que había quedado abandonado años atrás. "Estoy quemando una manera de vivir", dice uno de estos hombres, "de la misma forma que otra manera de vivir se quema ahora en la Tierra. [...] La vida en la Tierra nunca fue nada bueno. La ciencia se nos adelantó demasiado, con demasiada rapidez, y la gente se extravió en una maraña mecánica, dedicándose como niños a cosas bonitas: artefactos, helicópteros, cohetes; dando importancia a lo que no tenía importancia, preocupándose por las máquinas más que por el modo de dominar las máquinas. Las guerras crecieron y crecieron y por último acabaron con la Tierra". El último párrafo del libro contiene en mi opinión una bella metáfora, cuando este mismo hombre se identifica a sí mismo y a su familia como marcianos, lo que puede tener un significado literal (ya que tendrán que hacer de Marte su nuevo hogar), pero también uno más profundo al postularse como no terrestres y, por lo tanto, como libres de los pecados que han provocado la destrucción planetaria.

De procedencia humilde, Ray Bradbury fue un autodidacta, y su vocación literaria se forjó a través de una pasión por la lectura que desarrolló desde la infancia. Sus primeros escritos son de primeros de los años 40 y salen publicados en periódicos y revistas. Poco a poco consigue hacerse un nombre hasta convertirse un uno de los referentes de la ciencia ficción en todo el mundo, con más de treinta libros publicados entre novelas, relatos, teatro e incluso poemarios. De todos ellos es Crónicas Marcianas, junto a la distopía Fahrenheit 451, la que mayor huella ha dejado, aunque recomiendo no perder de vista la colección de cuentos Remedios para melancólicos. También hizo sus pinitos en el cine y la televisión. En la pantalla grande colaboró en el guion de la adaptación cinematográfica de Moby Dick, de John Huston en 1956. En la pequeña, tuvo su propio programa, The Ray Bradbury Theater, entre 1985 y 1992, con 65 historias de ciencia ficción guionizadas por el autor.

He leído este libro en la edición de Minotauro y con traducción de Francisco Abelenda.

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