Los miserables (Víctor Hugo)

"La felicidad suprema de la existencia es la certeza de que somos amados, amados por ser nosotros mismos; mejor dicho, amados a pesar de nosotros".

Frankenstein, Los tres mosqueteros, Drácula, Sherlock Holmes, Los miserables, Don Quijote ... Sólo algunas obras tienen el honor de trascender del papel en el que fueron creadas y convertirse en iconos culturales de la Humanidad, así, con mayúscula. Esto, cual moneda, tiene una cara y una cruz. La cara, la popularidad que alcanzan. La cruz, que el original va diluyéndose y lo que queda en el imaginario colectivo es una versión tamizada por sus distintas adaptaciones. 

En el caso de Los miserables, y en lo que a mí respecta, el primer acercamiento fue (hace más años de los que me gustaría reconocer) con una versión en cómic protagonizada por el Pato Donald y publicada en Don Miki. Luego vinieron las películas, el musical y, por último, la novela original de Víctor Hugo. Este es un camino que no me gusta hacer porque se llega contaminado al que se supone que es el punto de partida. Pero así se ha dado y, pese a todo, he disfrutado de la novela mucho más de lo que esperaba. 

Publicada en 1862, Los miserables es como un río al que van desembocando distintos afluentes hasta crear un cauce tan poderoso y majestuoso como el Sena en París. El río es Jean Valjean que, tras pasar encarcelado diecinueve años por robar un trozo de pan, sale en libertad convertido en un paria social. El encuentro con un monseñor le permite descubrir la bondad y a partir de ese momento todo será en él virtud y honradez. Su tesón le llevará a hacerse rico y querido por sus conciudadanos hasta que su honestidad le colocará de nuevo en la cárcel y sólo por creerle muerto en un accidente mientras realizaba trabajos forzados recupera su libertad. Como afluentes tenemos al recto hasta la exasperación inspector Javert, a la desgraciada Fantine y su hija Cosette (que se convertirá en el motor de la existencia de Valjean), a la malvada familia Thenardier o al joven idealista Marius. Y el conjunto es una corriente que nos arrastra a través de las miserias y grandezas humanas, que nos hace vibrar ya de emoción, ya de rabia, que nos habla del más evocador idealismo y del más crudo realismo. Que, en resumen, nos lleva con su estilo folletinesco por remolinos y remansos. Por mucho que creas conocer la historia, por muchas versiones cinematográficas que hayas visto,te animo a acercarte a la novela porque, aunque suene a tópico, supera a cualquier otra versión que hayas podido echarte al coleto antes.

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