Publicada en 1874, Cádiz es la octava novela de la serie de los Episodios Nacionales, por lo que conviene leer las siete anteriores (Trafalgar, La Corte de Carlos IV, El 19 de marzo y el 2 de mayo, Bailén, Napoleón en Chamartín, Zaragoza y Gerona) para entender no tanto la trama histórica que en ella se narra como la novelesca porque, como ya sabes, esta magna obra la dedica Benito Pérez Galdós a contarnos la historia de la España del siglo XIX enlazándola a la ficción.
Los acontecimientos históricos que nos cuenta el canario en esta ocasión se centran en el nacimiento de la política en España con la creación de las Cortes de Cádiz en 1810, el momento en el que, por primera vez en este país, se vislumbra un atisbo de democracia. Hay que tener en cuenta que estamos en plena Guerra de Independencia Española y los franceses mantienen asediada la ciudad, pero eso no impide que los ancestros de los Feijoós, Pedro Sáncheces o Abascales de hoy se reunieran para debatir el futuro de la nación, divididos (como la sociedad en general) entre los liberales que apostaban por el poder del pueblo y los conservadores que defendían el absolutismo y el poder de la religión.
La trama novelesca nos muestra a nuestro protagonista, Gabriel de Araceli, destinado como soldado a formar parte de la guarnición que defendía Cádiz del asedio francés. Allí tiene la ocasión de reencontrarse con su amada Inés que, destinada a desposarse con el idiota hidalgo (valga la redundancia) don Diego, permanece recluida en casa de su futura suegra poco menos que en régimen de clausura. Gabriel se muere de celos, no por don Diego pues sabe que éste y sus entendederas más cortas que un haiku no son rivales para el amor de su Inés, sino por la irrupción de Lord Gray, trasunto de Lord Byron que parece haber llegado a Cádiz rompiendo corazones a mansalva.
Gabriel, a pesar suyo, entabla una relación de amistad con Lord Gray. Y digo a pesar suyo porque, dispuesto a odiarle por considerarle en tratos amorosos con su Inés, sucumbe al encanto personal, los modales y la generosidad del inglés, del que acaba haciéndose inseparable. Juntos recorren los tugurios y se codean con la gente más baja de Cádiz del mismo modo que asisten a reuniones de la alta sociedad. De este modo, gracias a la maestría de Galdós, somos testigos de los distintos estratos sociales de la época.
A diferencia de entregas anteriores, en especial Zaragoza y Gerona en las que sufrimos desde dentro los asedios que padecieron ambas localidades, en esta ocasión lo bélico queda en un segundo plano, y sólo la narración de algunas bombas que caen esporádicamente y con poco acierto en el centro de la población nos recuerdan que estamos en una ciudad sitiada y en un país en guerra. El final de la novela queda abierto pues aún quedan más entregas de la saga, y aunque fuera cerrado aquí somos anti-spoilers, por lo que sólo diré que la aventura acaba por todo lo alto, con dos duelos y una fuga que, al más puro estilo de una serie de Netflix, te dejan con ganas del siguiente episodio.
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