El carro de heno (El Bosco)

 

La representación de los distintos pecados terrenales solía estar muy arraigada en tradiciones populares. En este caso, en la sociedad flamenca del momento había un proverbio que decía: “El mundo es un carro de heno, del que cada uno coge lo que puede”. Ese proverbio, a su vez, puede estar inspirado en un versículo de Isaías: “Toda carne es heno y toda gloria como las flores del campo”. Versículo y proverbio aluden a las cuestiones efímeras y perecederas de la vida en la tierra. Para transmitirnos este concepto, El Bosco nos da todo tipo de detalles en formato de tríptico

La tabla de la izquierda 

En esta obra El Bosco nos muestra una humanidad víctima de las tentaciones del diablo. En la parte izquierda del tríptico podemos observar la caída de los ángeles al infierno y la expulsión del Paraíso de Adán y Eva. La última imagen de todas, si bien aparece pintada en primer plano, es la expulsión del Paraíso una vez cometido el pecado. En un segundo plano se halla la tentación del demonio en forma de serpiente. Más allá, la creación de Eva saliendo de la costilla de Adán y, por último, Dios en la Gloria observando la lucha entre los ángeles buenos y malos que, según van cayendo a la tierra, se metamorfosean en seres monstruosos.

La tabla central

En la tabla central El Bosco pinta una humanidad intentando alcanzar el heno, que representa lo efímero. Ante la atenta mirada de Cristo, todos intentan coger algo de ese heno: reyes, papas el Emperador y, por supuesto, el pueblo. Pero ninguno de ellos se da cuenta de que ese carro va tirado por horribles demonios que lleva a carga y a personas directos al infierno. En lo alto del carro triunfa la lujuria, simbolizada por una pareja rica que se entretiene con la música mientras sus dos criados retozan detrás de ellos. Un ángel de la guarda mira resignado a Cristo, y un demonio salta alegremente tocando un instrumento musical. Sobré él, la lechuza característica del Maligno. Junto al carro aparece el pueblo en una auténtica escena de género: mujeres que cuidan a sus hijos, hombres que se pelean, un sacamuelas e incluso, en la zona derecha, más pegada al infierno, un sacerdote orondo que observa sentado cómo las monjas manipulan el trigo producto de su riqueza.

El Bosco criticaba mucho los impulsos del cuerpo, el exceso de comida o bebida o la sexualidad. Tampoco le gustaban mucho las fiestas, pues las veía como lugares llenos de tentaciones. Y todas esas características atribuidas al pueblo las representa muy bien en El carro de heno. Por lo tanto, podemos decir que esta obra es una especie de espejo en el que cada uno se ve reflejado a sí mismo sucumbiendo a las tentaciones del diablo, y todo por conseguir riquezas o placeres terrenales. 

La tabla de la derecha

En la tabla derecha El Bosco pinta un Infierno que se encuentra en construcción. Por una parte, algunos demonios están trabajando como albañiles, transportando materiales, cortando madera o poniendo ladrillos para terminar de construir la torre circular. Por otro, el resto de los demonios sigue llevando a nuevos pecadores para que reciban el castigo merecido. Aparecen  torturas, monstruos, animales malignos… Son la consecuencia de los excesos que cometieron en la Tierra. Más arriba, El Bosco abre nuestros ojos a los horrores del Infierno. Nos muestra, sobre un incendio del que emerge la oscuridad y el fuego, pesadillas y tormentos, demonios y condenados. Así representa las consecuencias de nuestros pecados.

El tríptico cerrado 


 Lo que podemos ver en el reverso no es la típica grisalla, sino una pintura a color que, además, recoge el mensaje más relevante: nuestra vía de salvación. El motivo elegido es el camino de la vida, del cual es trasunto un hombre mayor pobremente vestido, inclinado por el peso del cesto que lleva a la espalda y defendiéndose con su bastón de un perro que le acecha. Se supone que la fuente de esta representación fue un sermón de San Bernardo que describe a los seres humanos como peregrinos de la vida. No obstante, y a pesar de su aparente decrepitud física, el hombre ha podido dejar atrás a bandidos y campesinos que bailan al son de la música, de nuevo como preludio de la lujuria. El anciano continúa su camino, sólo advertido por el perro que le asalta, sin que el resto de figuras humanas le preste atención. De esta manera, sin que nadie repare en su presencia, avanza por la vida. Todos le ningunean y viven de espaldas a él. Todos quieren subirse al carro de heno.

El carro de heno
El Bosco
1512-1515
Óleo sobre tabla
Museo del Prado (Madrid, España)

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