Zalacaín el aventurero (Pío Baroja)


Miembro de la Generación del 98, Pío Baroja (1872-1956) es autor de algunas de las obras esenciales de la literatura española como El árbol de la ciencia, Las inquietudes de Shanti Andia, César o nada o la que nos ocupa hoy: Zalacaín el aventurero que, publicada en 1909, fue muchas veces destacada por el propio autor sobre otras de sus obras.
 
Encuadrada en la trilogía Tierra Vasca junto a La casa de Aizgorri y El mayorazgo de Labraz, se trata de una novela de aventuras que combina la acción con la comedia y tiene como protagonista a un carismático personaje en cuya personalidad están reflejados algunos de los rasgos que adornaban la de Pío Baroja, como su sentimiento vasco, su antitradicionalismo o su individualismo. 
 
No es mi intención soltar ahora un tostón histórico, pero sí que creo conveniente contextualizar la época en la que se desarrolla la novela, que es durante la tercera guerra carlista (1872-1876). Estas guerras tuvieron su origen en conflictos ideológicos, políticos y económicos. El enfrentamiento entre liberales y tradicionalistas estalló a la muerte de Fernando VII, lo que dio lugar a la primera guerra carlista (1833-1840). El conflicto tuvo una motivación dinástica: la heredera al trono, Isabel II, no era aceptada por los defensores de la ley sálica, que consideraban rey a don Carlos, hermano de Fernando VII, por lo que fueron llamados carlistas. Pero tras este problema legal se ocultaba el conflicto entre los partidarios del liberalismo (que apoyaban a Isabel II) y los defensores del Antiguo Régimen (que se alinearon con don Carlos).La guerra afectó de manera desigual al territorio nacional, ya que el carlismo encontró apoyo entusiasta en zonas rurales del País Vasco, Navarra y Cataluña, pero no halló eco en ninguna ciudad importante.

Como contaba el propio Baroja, "con los datos que pude recoger de viva voz escribí esta novela de aventuras, que creo que es de las mejores y más perfiladas que he escrito". Los datos recogidos de viva voz a que se refiere procedían de su padre, que fue corresponsal de La Voz de Guipúzcoa y asistió a unos cuantos episodios de la segunda guerra carlista que asoló tierras guipuzcoanas. Otros datos son de primera mano, y retomamos aquí las memorias de Baroja, que afirma: "El recuerdo más antiguo de mi vida es el recuerdo del intento de bombardeo de San Sebastián por los carlistas. Este recuerdo es muy borroso, y lo poco visto se mezcla con lo oído. También tengo la idea confusa de la vuelta de unos soldados en camillas y de haber mirado por encima de una tapia un cementerio pequeño, próximo al pueblo, en donde había un muerto sin enterrar".

Con todos estos ingredientes y en apenas doscientas páginas Pío Baroja plasma una de sus más ambiciosas novelas. En su protagonista hay una recreación del viejo aventurero decimonónico pero con los modos narrativos del nuevo siglo. A partir de sus brevísimos párrafos, de sus intensas descripciones de tipos y paisajes, de sus hábiles diálogos y de sus aceradas opiniones Baroja conforma una trama de acción en la que las cosas pasan como si nada, pues en su obra la vida se forma a través de pequeños detalles que, en el fondo, lo son todo.



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