Carlos V y Tiziano

Tiziano (1488/1490-1576) fue el pintor más representativo no sólo de Venecia o  del Cinquecento italiano, sino de la Europa de su tiempo, extendiendo su hegemonía durante más de sesenta años. Y es que, pese a ser el máximo exponente de la escuela veneciana, su fama se extendía más allá de los confines de la Serenísima República, y la abandonaba con frecuencia para hacer frente a los múltiples encargos que le llegaban. Así, en 1530 se encontraba en Bolonia trabajando cuando tuvo lugar un peculiar encuentro.

Carlos I de España y V de Alemania era el hombre más poderoso del mundo occidental. En ese año de 1530, y sólo unos días antes de que se produjera ese encuentro, acababa de ser coronado por el papa Clemente VII como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y media Europa se postraba ante él. Tiziano estaba trabajando en su taller cuando entra un emisario anunciando que el César (pues así le llamaban) estaba presente. Inmediatamente entró en el taller con todo su séquito y al verlo, fruto del nerviosismo y la sorpresa, a Tiziano se le cae de las manos el pincel que estaba utilizando que, rodando, acaba a los pies del Emperador. Lo normal hubiera sido que un sirviente lo recogiera para devolvérselo al maestro pero, sin embargo, es el propio Carlos V el que se agacha, lo recoge y se lo entrega a Tiziano ante la estupefacción de todos los presentes. Al acercarse para dárselo, el emperador dice en voz alta para que todo el mundo pueda escucharle: "Bien merece Tiziano que el César le sirva, pues cuando pasen los siglos ya nadie se acordará de nosotros, mientras que tus pinturas pasarán a la eternidad y serán inmortales". 

Leyenda o realidad, lo cierto es que Carlos V era un gran admirador del maestro veneciano y que esa fue la primera vez que ambos hombres se encontraron, dando pie a una relación profesional y de amistad que se extendió hasta el fallecimiento del monarca en 1558.

Retrato de Carlos V sentado (Tiziano)

 

 

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