La estrella misteriosa (Hergé)


La primera viñeta de La estrella misteriosa nos muestra a Milú quejándose del calor en lo que supone una aguda paradoja ya que los avatares de la historia le llevarán, junto a su dueño, a sentir más adelante el frío polar. Y es que ambos embarcan bajo el mando del capitán Haddock como observadores (bueno, Tintín como observador, Milú como firulais del observador) en una expedición de científicos europeos rumbo al océano Ártico. El objetivo es encontrar un meteorito que ha caído en la Tierra astrónomo Hipólito Calys afirma haber descubierto un nuevo mineral. Pero esta expedición, como se puede suponer, no iba a ser tan placentera ya que la Banca Bohlwinkel también está muy interesada en hacerse con el meteorito y hará todo lo posible por sabotear a nuestros amigos y llegar antes que ellos al destino. 

Al malo de esta historia lo conocemos ahora como Bohlwinkel, pero en su primera edición se llamaba Blumenstein, lo que hizo que Hergé recibiera múltiples críticas por perpetuar estereotipos antisemitas valiéndose de este pérfido personaje. Hay que tener en cuenta que, en la época en que se publicó, Bélgica estaba ocupada por Alemania y el diario Le Soir, en el que salió por entregas entre octubre de 1941 y 1942, bajo dirección nazi. En forma de álbum se puso a la venta inmediatamente después, y fue el primero diseñado directamente a color, lo que nos habla del prestigio que habían alcanzado ya por entonces las aventuras del joven periodista.

Quizá no sea el mejor álbum de Tintín, pero Hergé despliega en él toda su fantasía. De hecho Numa Sadoul afirma que  estamos ante la primera vez en la que interviene lo fantástico en la obra de Hergé: "Hay unos dibujos de alucinaciones y unos efectos ópticos notables. Es un episodio que contiene algo raro: unos climas fuertemente oníricos, misteriosos", afirma el afamado tintinólogo. Además, sirve para reencontrarnos con el capitan Haddock y, aunque sólo sea por eso, para mí es más que suficiente. ¡Mil rayos!

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