Quiero pensar que tú no lo habrás dicho nunca porque si estás leyendo esto es que tienes cierto nivel cultural, pero seguro que alguna vez habrás escuchado a tu cuñado decir, entre sorbo y sorbo al cubata de Larios, "eso te lo pintaba yo con cuatro años" cuando, por casualidad, pasa por su vista un cuadro cubista. Pues he aquí una pequeña explicación de por qué no habría sido capaz de pintarlo ni con cuatro años ni ahora que tiene cuarenta y nueve.
Comenzando por el principio, habría que empezar explicándole algo obvio: que el lienzo es un soporte bidimensional. Tradicionalmente la pintura había tratado el lienzo como un soporte para tratar de representar la realidad tridimensional, de modo que muchos de los esfuerzos de los pintores de todas las épocas se habían dirigido a intentar dominar las leyes de la perspectiva y el escorzo. Los cubistas, en cambio, van a partir de la premisa de que el lienzo es bidimensional y, por lo tanto, es un objeto en sí mismo, es decir, el lienzo va a formar parte de la obra no sólo como soporte, sino como elemento constitutivo. Sobre este medio, no intentarán representar la realidad tal y como se ve, sino que pretenden trascenderla y que la representación sea el punto de partida para un proceso de reflexión y de reconstrucción por parte del espectador.
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Violín y paleta (George Braque, 1909) |
Puesto ante el bodegón, el artista no va a utilizar un único punto de vista ni una perspectiva tradicional, sino que va a girar alrededor del objeto para poder percibir las diferentes realidades que conforman su esencia. Los cubistas trabajan mucho a través de planos, o sea, a través de líneas que se cortan, intentando introducir en la pintura un método cuasi-científico, mediante el análisis del objeto, y que permita a todo artista partir de elementos diferentes y llegar a conclusiones similares.
Otro elemento que va a cambiar es que ya no se pretende establecer una relación entre figura y fondo. Ahora van a ser exactamente lo mismo y tienen la misma importancia a nivel de representación. Así, los elementos aparecen representados en el mismo plano, lo que supone una complejidad a la hora de representarlos pues ya no tenemos el apoyo de la perspectiva para entender qué parte es el modelo principal y qué parte es el fondo.
De este modo, uniendo todos estos conceptos, de una realidad simple como es un bodegón llegamos, mediante su descomposición, a una representación fragmentaria y compleja que exige al espectador el esfuerzo de volver a reconstruirla. Por eso, a partir de las vanguardias, el papel del espectador va a tener mayor importancia puesto que, de ser mero observador, pasa a ser parte del resultado final de la obra.
Así que eso, amigos (y cuñado) es el cubismo. No son cuatro rayajos mal dados. Hay un profundo análisis detrás de su composición y un propósito intelectual claro, tanto por parte del artista como del espectador.
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