Antes de ser la película de culto que todos conocemos Trainspotting fue una obra de teatro. Y antes de ser una obra de teatro fue una novela salida de la imaginación del escocés Irvine Welsh en 1993. Aunque tampoco tuvo que hurgar mucho en la fantasía ya que, nacido en 1958, fue testigo privilegiado (poniendo en cuarentena lo que de privilegio tiene la cosa) de los estragos que causaron la heroína y el SIDA en el Edimburgo de los años ochenta y primeros noventa. Porque, si fueron unas lacras devastadoras en todo occidente, en esa ciudad azotó con mayor crudeza.
Es posible que hayas visto la peli, una obra de arte dirigida por el gran Danny Boyle y que, en contra de lo que suele suceder, en mi opinión supera al libro. De hecho, creo que es la primera vez que me pasa algo así. Y no es que la novela sea mala, ni mucho menos, pero la película es mucha película. Pasada por el filtro de la obra de teatro, depura lo escrito por Welsh quedándose sólo con la esencia. Porque en la novela encontramos algo más que la historia de Renton, Sick Boy, Spud y Beigbe. Aunque ellos son los protagonistas y disfrutaremos con algunos de sus greatest hits, como Spud despertándose rebozado en su propia caca, Renton rebuscando en el wáter, Sick Boy disparando a un perro o Beigbe tirando la jarra de cerveza en el pub, son muchos más los personajes que tienen cabida en sus páginas. De todos ellos asistimos a sus aventuras (más bien desventuras) relatadas mediante una sucesión de capítulos cortos que en ocasiones parecen más relatos independientes, como teselas que mantienen una coherencia global pero que también pueden contemplarse en muchos casos individualmente. Uno que quiero destacar por su calidad y porque no formó parte de la cinta, es Mala sangre, que narra la venganza a fuego lento de un enfermo de SIDA contra quien le contagió.
Welsh narra con el equilibrio preciso entre humor y crudeza y, por descontado, sin paños calientes, la historia de una generación que estuvo a punto de morir de hedonismo, que buscaba la libertad esclavizándose a la putrefacción. Porque la galería de perdedores que desfilan por sus páginas no son más que una pequeña muestra de las miles de víctimas que pasaron por ahí con mejor o peor fortuna.
Su éxito fue tal que no sólo fue objeto de las adaptaciones teatral y cinematográfica ya mencionadas, sino que fue el punto de arranque de una saga de novelas entre las que se encuentran Porno (que dio lugar a Trainspotting 2 en cine) Mención especial a Federico Corriente, el traductor, que hace una excepcional labor teniendo en cuenta la dificultad que debió suponerle trabajar con tanta jerga y conseguir un resultado tan estimable en castellano.
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