Un Capote para Truman

Hace unos cuantos años, de cuya cantidad exacta no quiero acordarme, había un adolescente inoculado con la bendita enfermedad de la lectura, en el punto de realizar la transición desde Julio Verne, los Cinco o los libros de Elige tu propia aventura hacia la literatura "de mayores". Justo en ese momento apareció con el diario La Verdad una colección de libros de los autores más representativos del siglo XX. Miguel Delibes, John Steinbeck, Julio Cortázar, Vargas Llosa...  y, entre ellos, un tal Truman Capote. Como nunca he sido muy normal, lo primero que pensé es cómo podía tener un yanki un apellido tan taurino y tan cañí, y me quedé con ese regomello hasta que bastante tiempo después pude quitármelo gracias a internet. Si a ti también te corroe la curiosidad aquí te lo explico.


Resulta que quien pasaría a la historia como Truman Capote vino al mundo en Nueva Orleans el 30 de septiembre de 1924 con el nombre de Truman Streckfus Persons. Sus padres, Arch Persons y Lillie Mae Faulk, no tenían una relación muy amistosa que digamos, así que tras muchos gritos y discusiones se divorcian en 1931 y, un año después, su madre contrae segundas nupcias con Joe García Capote, hijo de un militar canario que hizo fortuna en Cuba gracias al tabaco y el azúcar. El niño Truman adoptará entonces los apellidos de su padrastro, cosa que no hizo mucha gracia a su padre legítimo, por cierto. Con la nueva familia instalada en Connecticut, el ya adolescente Truman escribe sus primeros relatos y, cuando por fin comienzan a ser publicados, los firma como Truman Capote. 

Me llevé una pequeña decepción al ver que se trataba de una historia más bien prosaica y que sólo tocaba de refilón a España, pero al menos la duda quedó resuelta. Por cierto que ese primer libro de Capote que cayó en mis manos gracias a la colección de La Verdad fue Ataúdes de artesanía y, desde entonces, quedé enganchado a su literatura.

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