El barón rampante (Italo Calvino)


Italo Calvino era, cuando murió en 1985, el escritor italiano más traducido. Nacido en Cuba, donde su padre, agrónomo y botánico, trabajaba, era un hombre comprometido, imaginativo y dueño de un estilo muy personal que despliega en obras como Las ciudades invisibles (1972) o Palomar (1985). El barón rampante, que es la que te traigo hoy, fue escrito en 1957 y forma parte de la trilogía de nuestros antepasados junto con El caballero inexistente (1959) y El vizconde demediado (1952). Se trata de una historia divertida y profunda a la vez, que oculta bajo una apariencia infantil e incluso naif  una sugerente crítica moral con connotaciones culturales muy concretas.

La novela comienza con Cósimo, un niño de doce años, que se sube a un árbol como protesta por la comida que le sirven en casa. Una vez ahí arriba decide a quedarse a vivir para siempre en las alturas arbóreas, lo cual no le impide viajar, cultivarse y conocer gentes y costumbres. Los árboles se convierten de este modo en un símbolo de la libertad y la independencia del protagonista, y su decisión de vivir en ellos es una metáfora de la búsqueda de esa libertad y la autenticidad de los instintos humanos. Y es que con esta novela Calvino nos enfrenta al tema rousseauniano de la libertad y la bondad innata del hombre, de las excelencias del instinto frente a la opresión de instituciones sociales como la familia, la ley o la educación. 

El propio Calvino nos cuenta que El barón rampante surgió como concreción de su verdadero tema narrativo: una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas consecuencias ya que es esa regla la que le hace ser él mismo. No es una apología de la misantropía, como podría parecer, puesto que Cósimo se niega a caminar sobre la tierra, pero no rehuye las relaciones humanas. Según apunta el propio autor en el prólogo, "el único camino para estar con los otros de verdad era estar separado de los otros, imponer tercamente a sí y a los otros esa incómoda singularidad y soledad en todas las horas y en todos los momentos de su vida, como es la vocación del poeta, del explorador, del revolucionario".

Una novela apta para todos los públicos y que, pese a sus connotaciones filosóficas e históricas, se lee con facilidad y, en ocasiones, con una sonrisa en los labios.

Comentarios