Numancia


De lo que no tengo ninguna duda es de que si lo de Numancia hubiera ocurrido en Michigan o en Wisconsin en lugar de hacerlo en un rincón de Soria, habría millones de kilómetros de celuloide dedicados a su glosa, porque tiene todos los ingredientes para un blockbuster de esos que tanto gustan en Hollywood. Pero, entonces, Cervantes no habría escrito El cerco de Numancia, tragedia que ha viajado cuatro siglos para caer en las tablas del Teatro Principal de Alicante en versión del veterano José Luis Alonso de Santos y dentro del Festival Internacional de Teatro Clásico de Alicante. 

Durante dieciséis años, el ejército romano ha intentado doblegar sin éxito al pueblo de Numancia, que por entonces contaba con apenas dos mil habitantes. En vista de los continuos fracasos envían a Escipión, su general más poderos que, no en vano, venía de arrasar Cartago en la tercera guerra púnica. En lugar de recurrir a la fuerza, el general romano opta por aislar la ciudad para que fuera el hambre quien la hiciera rendirse pero, tras casi un año de asedio, los numantinos deciden quitarse la vida antes que claudicar para engrandecer loa gloria de Escipión. En la historia real algunos de ellos sí que se rinden a Escipión, que los lleva a Roma para celebrar su triunfo, pero Cervantes mata a todos en su obra y deja así al insigne romano compuesto y sin laureles.

Esto es lo que nos ofrece Alonso de Santos en un montaje dotado de buen ritmo narrativo, con momentos de gran impacto visual y que respeta la esencia cervantina, captando sus fuerzas épica y emotiva y haciéndole un lifting tan sutil y tan bien perfilado que consigue aunar magistralmente el siglo II antes de Cristo, el Siglo de Oro y el siglo XXI. Las interpretaciones del solvente y numeroso elenco están a la altura, con Arturo Querejeta, Pepa Pedroche, Javier Lara y Jacobo Dicenta en los papeles protagonistas. El propio director ha dicho de los dos primeros que son "los dos actores más importantes del teatro clásico español", lo que da idea del nivel del reparto.

Miguel de Cervantes no disfrutó en su momento de la fama que tanto ansiaba como dramaturgo, sin duda eclipsado por la enorme sombra de Lope de Vega, pero para la posteridad quedaron piezas de estimable categoría como esta. Y si, encima, es puesta en escena con buen gusto, como es el caso, el disfrute se multiplica. Vayan al teatro. 

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