La cartagenera Carmen Conde y la unionense María Cegarra planeaban escribir una obra de teatro juntas que se titularía Mineros, y entre 1932 y 1933 se pusieron manos a la obra. Sin embargo, pronto aparecieron discrepancias. Además de las notables diferencias estéticas que había entre ambas, si la primera desea enfocar la obra hacia la crítica social, la segunda no está de acuerdo pues trabajaba en ese mundo (hay que recordar que compaginaba la escritura con su profesión como perito químico), dependía de los establecimientos mineros y temía que pudieran sentirse ofendidos sus responsables. Por eso, pese a que escribe algunas partes, se aleja del proyecto. Carmen sí sigue adelante con él, reelaborándolo en distintas versiones hasta que en 1937 da con la definitiva, pero nunca llegó a estrenarse ni a publicarse hasta que lo hace Torremozas en 2018.
Mineros es, como bien señaló Virtudes Serrano en la presentación del texto, una obra compleja. En ella vemos a su protagonista, María, como luchadora por los derechos de los trabajadores de la mina, pero en esa trama social y políticamente contestataria se entremezclan elementos autobiográficos, alegóricos y un claro homenaje a María Cegarra y su familia. En cuanto al estilo, en Mineros encontramos las muchas virtudes (y también los pocos defectos) que abundan en la creación literaria de Carmen Conde. Entre los primeros, la riqueza y la fuerza evocadora de su lenguaje Entre los segundos, la utilización, en ocasiones, de figuras demasiado rimbombantes. Supone, en cualquier caso, un interesante documento de su tiempo y una rareza en la literatura de las autoras
La edición de Torremozas, muy cuidada, incluye un amplio anexo fotográfico, así como una introducción de Fran Garcerá que aporta muchos datos sobre el proceso creativo de la obra.
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