El sombrero de tres picos (Pedro Antonio de Alarcón)

 

Frasquita es una moza navarra a la que la naturaleza dotó de gran donosura y aún mayor belleza. Está casada con el tío Lucas, un murciano más feo que Parla, de esos que te imaginas a las amigas de Frasquita diciéndole "parece simpático" o "te tiene que gustar a ti" cuando se lo presentó. 

El caso es que ambos se adoran y viven el uno para el otro. Regentan un molino a las afueras de un pequeño pueblo andaluz, en el que ofrecen comida y refrigerio a los clientes que llegan desde la aldea para disfrutar de las viandas y de los dones de Frasquita. Entre estos visitantes uno de los más asiduos es el corregidor, individuo tan turbio y mujeriego como torpe, que está loco por la molinera. Su único afán es beneficiársela pero como sabe que para ella no hay más hombre que su Lucas y no será fácil que acceda, urde junto a su alguacil un maquiavélico plan con el objetivo de acabar yaciendo con la moza, con tragicómico resultado. 

Publicada en 1874, aunque ambientada a principios del siglo XIX, El sombrero de tres picos es la creación más popular de las salidas de la pluma del granadino Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891), cuya obra se caracterizaba por un realismo de marcado apego a su tierra. Se trata de una novela corta, fresca y divertida, al más puro estilo de comedia de enredo, pero con un rústico aire costumbrista que la aleja de otras historias por el estilo, del gusto de la época, que buscaban ambientes más sofisticados. Y ese es, en mi opinión, uno de los puntos fuertes de este libro.

Hay quien sitúa el origen de la narración en uno de los relatos que incluyó Boccaccio en su célebre Decamerón en el siglo XIV. Sin embargo, el propio autor nombra en el prefacio de su libro a Agustín Durán, que recoge una historieta popular, trasmitida de antiguo, en su Romancero General. El caso es que Pedro Antonio de Alarcón fue el que la elevó a sus más altas cotas, hasta el punto de que Manuel de Falla se inspiró en el relato del granadino para componer su ballet homónimo estrenado en Londres en 1919. También dio lugar a diversas adaptaciones cinematográficas, siendo la más curiosa la italiana dirigida por Mario Camerini en 1935.

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