Thérèse en el hotel (François Mauriac)

"Una vez la juventud perdida, toda la felicidad desdeñada o disipada en tiempo de abundancia nos persigue con su sombra hasta la muerte. A veces despreciamos una mirada o una palabra afectuosas, y luego, cuando queremos, ya no volvemos a encontrarlas jamás".

Ya conocemos a Thérèse Desqueyroux, uno de los personaje salido de la pluma del premio Nobel francés François Mauriac y uno de los personajes femeninos más potentes de la literatura del siglo XX. A modo de recordatorio diremos que intentó asesinar a su marido, fue absuelta por la justicia pero repudiada por su familia. Esto es lo que nos narra Mauriac en la novela homónima, que acaba en el momento en el que su marido la deja poco menos que abandonada a su suerte como castigo. 

Cartel de la película de 1962

La acción de Thérèse en el hotel trascurre diez años después. Nos encontramos a una Thérèse que no ha tenido éxito en sus intentos por rehacer su vida y que se hospeda en un hotel de la costa, donde intenta reponerse del fallecimiento del hombre con el que mantenía una relación. Es ya una mujer madura y que, además, se encuentra avejentada por los palos que le ha dado la vida, pero que aún mantiene cierto atractivo. En el comedor del hotel suele coincidir con un grupo familiar del que descolla la figura de un joven, casi un adolescente, por el que comienza a sentir una fuerte atracción, en un hilo argumental que podría tener ciertas reminiscencias con La muerte en Venecia, de Thomas Mann. Pero, a diferencia de la novela del alemán, en este caso Thérèse y el joven sí llegan a conversar. Y esa conversación supone para nuestra protagonista un baño de realidad excesivamente duro, convirtiéndose en punching ball emocional en manos del intransigente joven.

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