La metamorfosis (Franz Kafka)

 

Franz Kafka (1883-1924) sólo publicó unas pocas obras en vida que, encima, pasaron sin pena ni gloria, y  pidió a su amigo Max Brod que destruyera todos sus manuscritos cuando falleciera, cosa que, por fortuna, no hizo. Fue entonces, a título póstumo, cuando Kafka alcanzó la categoría de la que goza hoy, cuando es considerado uno de los autores más influyentes en la literatura del siglo XX. Sus libros estás llenos de sus miedos y obsesiones que, un siglo después, continúan latentes en el imaginario colectivo, lo que hace de su obra un ejercicio lleno de vigencia. El propio autor dijo: "creo que deberíamos leer sólo el tipo de libros que nos lastime y nos apuñale. Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros" y, desde luego, los que salieron de su desconcertante y aguda pluma, entran de lleno en esa categoriazción.

Escribió La metamorfosis entre noviembre y diciembre de 1915 y, con el título original de La transformación (título que se está volviendo a utilizar en las nuevas ediciones), fue la única novela que publicó en vida. Ya la primera frase supone un latigazo a la mente del lector, y ese brutal comienzo da pie, con su perfecto equilibrio entre un acontecimiento fantástico y un contexto realista, a lo que Albert Camus catalogó como "la tragedia mediante lo cotidiano".

Gregor Samsa es un viajante de comercio que vive con sus padres y su hermana, a los que mantiene con su empleo. La historia comienza cuando despierta convertido en un bicho indefinido y su primera preocupación, en lugar de la que sería la de cualquier hijo de vecino de qué leches me pasa, es cómo va a justificar su falta en el trabajo. Ahondando en este absurdo, al padre le molesta la situación no porque no sepa qué le pasa a su retoño, sino porque de qué van a vivir si éste pierde su empleo. La hermana al principio se apiada de él y lo cuida, pero luego se cansa. Y la madre se desmaya cada vez que lo ve. Con el retoño convertido en bicho la economía familiar se resiente y tienen que reducir la jornada de trabajo de la criada, alquilar habitaciones o, en el caso del padre y la hermana, buscar trabajo. Lo que resulta desconcertante es que para ellos lo de menos es lo que le sucede a Gregor, sino las incómodas repercusiones que ello tiene para sí mismos.  Al final Samsa, cuya mente no se ha visto afectada por la trasformación, comprende que está mejor muerto que vivo y deja de comer ante la indolencia del resto de habitantes de la casa.

La habilidad que Kafka despliega en toda su narrativa, y que en La metamorfosis se muestra en grado sumo, consiste en dotar de coherencia a lo absurdo. Lo de menos es el por qué, eso no le interesa ni a nosotros debería causarnos mayor interés. La cuestión mollar radica en las consecuencias que ese elemento absurdo provoca en los personajes, en la trama y en nosotros mismos como espectadores. Porque el escritor checo tiene la costumbre de no dejarnos indiferentes.

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