Campos de Castilla (Antonio Machado)

 

Campos de Castilla es el libro que hace de Antonio Machado el poeta de la Generación del 98. A diferencia de Soledades, galerías y otros poemas, su poemario anterior, de claro tono intimista y con reminiscencias modernistas, ahora Machado se orienta hacia afuera, hacia el paisaje, las personas y la historia, meditando sobre la situación y el carácter de sus paisanos. Según Mario Vargas Llosa, "un escritor comienza siempre hablando de uno mismo. El punto de partida es la memoria, pero no puede ser el punto de llegada", y esta premisa se cumple en Machado. Su poesía se vuelve en Campos de Castilla más descriptiva y menos intimista, y aparece la naturaleza como uno de los temas principales. Es un libro de una gran variedad y extensión, y se organiza así:

Se abre con un retrato que sirve de introducción. Tras él hay una serie de poemas centrados en tipos y paisajes castellanos que van hasta el titulado Campos de Soria, para entrar a continuación en la sección central de la obra, titulada La tierra de Alvargonzález, que es un extenso romance mediante el que Machado trata de recrear y revivir las tradiciones populares. Luego hay una serie de poemas escritos a la muerte de Leonor, estando ya en Baeza, y otros en los que se aprecia una crítica social mezclada con una ironía suave y relajada. 

La última parte del libro se inicia con una colección de poemas titulada Proverbios y cantares, y otra más breve llamada Parábolas. Estas constituyen un mosaico de composiciones ingeniosas, al estilo de las coplas populares, en cortas estrofas que contienen ideas sobre la poesía, la filosofía, la religión e incluso algunas son adivinanzas. Por último encontramos el bloque titulado Elogios, que son composiciones dedicadas a poetas y maestros a los que admiró Machado, entre los que están Giner de los Ríos, Unamuno, Azorín, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset y Berceo.

Todo el libro supone un hermoso canto al amor, a la naturaleza y a España y sus gentes. Resulta difícil quedarse con un sólo poema entre tanta cantidad y variedad de excelentes versos pero, si tuviera que seleccionar sólo tres, serían:

- Del pasado efímero. En él habla del carácter vacío y trasnochado del hombre provinciano, cuyos mayores entusiasmos son el juego de cartas y la violencia, y alude también al aburrimiento y a la apatía que se vive en muchas ciudades españolas.

- A un olmo seco. Machado lo escribe  estando enferma Leonor y, sin citarla en ningún momento, está pensando en ella todo el tiempo. Describe con sentimiento contenido lo que le pasa al olmo, pero como metáfora de lo que está sufriendo su amada y, en los versos finales, deja entrever un destello de esperanza. 

- A orillas del Duero. Está dividido en tres partes. En la primera describe el paisaje en un día claro, con lo que nos sitúa en el espacio y el tiempo. En la segunda habla del pasado glorioso de Castilla con añoranza. En la tercera parte, que enlaza con la primera, se adivina la última pincelada de nostalgia, proyectando su “yo” en el paisaje .

Estamos, según mi opinión, ante uno de los mejores poemarios que ha dado la lengua castellana en toda su existencia, y su lucidez, accesibilidad y vigencia hacen de él un libro fundamental para entender a España y a los españoles. Es importante elegir una buena edición para sacarle todo su jugo. Yo recomiendo la de Cátedra.

Entradas relacionadas

- Casa Museo de Antonio Machado (Segovia)

- Mario Vargas Llosa. Los libros y los premios: escritores y lectores frente a frente

Comentarios