La novelística de Miguel Delibes

Miguel Delibes nació en Valladolid en 1920 en el seno de una familia numerosa. Estudió en un colegio de religiosos y, en 1945, obtuvo la cátedra de Derecho Mercantil en la Escuela de Comercio de Valladolid, donde fue profesor hasta su jubilación. Esta tarea la compaginó con el periodismo, la literatura y la caza.

Se dio a conocer como escritor en 1947 al ganar el Premio Nadal con La sombra del ciprés es alargada, en la que ya aparecen algunos de los temas que caracterizarán su carrera futura. Su formación como escritor ha ido evolucionando y enriqueciéndose, adaptando en sus libros las diferentes corrientes e innovaciones. Entre sus autores más leídos destacan Dostoyevski, Steinbeck, Hemingway, Alberto Moravia o Böll. Sin embargo, sus obras y su lenguaje no revelan tanto estas lecturas como el contacto directo con las gentes sencillas del campo. 

De su vida merecen destacarse algunos rasgos que después se plasman en sus obras, como por ejemplo su sentido de la compasión, su recogimiento físico y espiritual, su altruismo, su sencillez, su sobriedad o su curiosidad. También es una constante el miedo, que se traduce en la obsesión por la muerte. En casi todas sus obras encontramos un personaje que siente miedo pero lucha por dominarlo. Se convierte así el miedo en uno de los ejes temáticos de Delibes. Esto aparece ya en su primera novela, en la que el miedo se concreta en la muerte de un ser querido. En El camino, el personaje principal muestra su miedo a equivocarse al abandonar su pueblo y sus amigos. En La hoja roja, el protagonista muestra su temor a la soledad y la muerte. En El príncipe destronado el protagonista tiene miedo a perder su lugar en la familia. El miedo al desamparo y a la crueldad de unos a los otros se ve en Los santos inocentes, y así podría seguir. Y es que no es de extrañar que una persona tan sensible como Delibes muestre su temor a la muerte y, sobre todo, cuando conoció la Guerra Civil. 


Pasando a analizar su trayectoria literaria podemos decir que, desde 1947 y hasta su última gran obra, El hereje (1998) no dejó de publicar novelas, cuentos, libros de viajes o ensayos, en los que destacan como temas principales:

 a) La muerte y/o el miedo: La sombra del ciprés es alargada, La hoja roja, La mortaja, Cinco horas con Mario o Parábola de un náufrago.

b) La infancia y/o la inocencia: El camino, El príncipe destronado.

c) La naturaleza y Castilla: Las ratas, Viejas historias de Castilla la Vieja, El disputado voto del señor Cayo.

d) El prójimo y la compasión con los sencillos: Los santos inocentes

De todos estos temas se aprecia el sentido de la compasión típico de Delibes. Compasión con los seres que temen a la soledad tras perder un ser querido, con los niños como criaturas malentendidas y débiles, con la tierra maltratada, con los humildes y con los vanidosos. 

Por otro lado, en todas sus novelas hay una dimensión poética cuyo ritmo es evidente en todos los niveles: en las frases, en los personajes, en las situaciones, en los símbolos y en los temas. Este ritmo se refuerza con la repetición de palabras, giros, descripciones, que poco a poco originan símbolos. Esas reiteraciones llevan consigo variaciones dispuestas de manera que la narración avance. De todo lo dicho se desprende que Delibes no sólo era un novelista responsable ante la problemática de su tiempo, sino también un gran conocedor de las técnicas narrativas dominantes. 

Francisco Umbral alude a la gran capacidad de Delibes para “poner voces” a sus personajes. Habla del ventriloquismo literario de Delibes, considerando como su mayor virtud creadora el dominio de los distintos niveles de la lengua para caracterizar a los distintos tipos. En todos los personajes está implícito Delibes, el cual dice: “Yo traslado a mis personajes los problemas y las angustias que me atosigan o los expongo por sus bocas. En definitiva, uno, si es sincero, se desdobla en ellas. […] En el novelista debe prevalecer la facultad de desdoblamiento sobre el sentido de la observación: soy así, pero puedo ser de otra manera”.

En sus más de cincuenta años de carrera literaria nos dejó un gran número de libros que (no tengo dudas de ello) serán leídos y estudiados por generaciones futuras y se convertirán, si no lo son ya, en clásicos de la literatura española. Por ello y por habernos regalado tantas horas de disfrute lector, muchas gracias, don Miguel.

Fotografía: Julio César (El Norte de Castilla)

Entradas relacionadas

- Y la mejor novela en español del siglo XX es...

- El camino (Miguel Delibes)

- Delibes, Drake y el papel de fumar

- Los coletazos de El camino

- Los santos inocentes (Miguel Delibes)


Comentarios