Gradiva descubre las ruinas antropomorfas (Salvador Dalí)

 


Bajo ese título tan enigmático se esconde una historia muy de los surrealistas. En 1903, Wilhelm Jensen escribe una novela titulada Gradiva, una fantasía pompeyana. En ella cuenta la historia de un joven arqueólogo que estaba embebido por sus investigaciones y no prestaba atención a las chicas. De pronto, se "enamora" de una figura (a la que pone el nombre de Gradiva) que pertenece al Relieve de las Aglaurides, que es un relieve romano que presenta figuras danzantes, que el protagonista interpreta como la representación de una muchacha concreta que tuvo que vivir en la antigüedad en Pompeya. Tanto se obsesiona con esta idea que sueña que está allí durante la erupción del Vesubio y que ve a Gradiva morir. Presa de ese delirio, viaja a Pompeya en busca de los restos de Gradiva y allí, entre las ruinas, conoce a una chica a la que trata de alcanzar varias veces, pero se le va escabullendo hasta que, al fin, consigue hablar con ella. Ella, al principio, le sigue el juego y admite que es Gradiva pero, al fin, le revela la verdad, que es que ambos habían sido compañeros de clase en su infancia. Él la había olvidado pero había ido cultivando una pasión inconsciente por ella, sin saberlo él mismo, y, por fin, la redescubre así.

Esta novela la leyó Carl Jung, y le fascinó tanto que so lo contó a su amigo Freud. Y a Freud le gustó tanto que dedicó todo un verano a escribir un psicoanálisis de la novela y de su autor. El libro fue traducido al francés en 1931, y fue probablemente Gala, que estaba entonces casada con Elouard, la que invitó a Dalí a que la leyera. Dalí quedó fascinado y, como aquello coincidió con su enamoramiento de Gala, Gala y Gradiva se fundirían en el imaginario daliniano y, a partir de entonces, siempre que Dalí represente o titule un cuadro como Gradiva, se estará refiriendo a Gala.

A Freud le interesa Gradiva porque es la perfecta terapeuta, ya no es el objeto de una obsesión delirante, sino que acepta convertirse en Gradiva, al menos temporalmente, hasta que el protagonista despierte. Hace con él el camino de vuelta a la realidad y termina trasformando lo que en un principio era una pasión delirante. 

De igual manera, como terapeuta, va a entronizar Dalí a Gala. La conoce en 1929, en el mismo momento en el que el pintor se incorpora al grupo surrealista. Su marido, Paul Elouard, se la había cedido amablemente a Dalí, como hacía con todo el que se interesaba por ella. Gala ha venido para salvar a Dalí, un personaje repleto de manías y neurosis con el que resulta muy difícil convivir. En fin, Dalí dice que es rescatado por Gala de esa situación y lo convierte en alguien capaz de desarrollar su creatividad.

Si examinamos Gradiva descubre las ruinas antropomorfas de una manera centrada en lo visual, vemos que Gradiva es una figura femenina con una túnica muy ceñida llena de pliegues, que puede evocar a la túnica de una estatua clásica, pero que también podría ser un sudario, que abraza a una figura que parece de piedra agujereada y erosionada y que mantiene un resto de melena que la hace algo siniestra. 

Los historiadores se han devanado los sesos tratando de entender si Gradiva se está abrazando a sí misma, si la Gradiva viva abraza a la muerta en Pompeya, si abraza al protagonista de la novela para hacerle volver a la realidad o si Gradiva/Gala abraza a Dalí para volverlo a la vida. Lo que la pintura, en los términos visuales más simples, nos dice cuando estamos familiarizados con el universo daliniano de esa época es que es un abrazo del tipo que cultiva mucho esos años y que podríamos llamar “abrazo trágico”, en el que una figura se echa sobre otra, como cuando uno se derrumba sobre aquel a quien abraza. 

En el recorrido espacial de la obra podemos ver cómo Dalí hace, aparentemente, una especie de regresión. Utiliza su perspectiva espacial como un medio para sugerir la profundidad temporal de la vida. Es como, si desde Gradiva, caminásemos hacia atrás, hasta la pareja del adulto con el niño de la mano, que es una evocación remota de la infancia.

Gradiva descubre las ruinas antropomorfas
Salvador Dalí
1932
Óleo sobre lienzo
Museo Thyssen (Madrid, España)

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