El Jardín de las delicias (El bosco). Parte 4 de 4: la tabla del Infierno


 Y acabamos nuestro recorrido con la tabla del infierno, situada a la derecha  y que a simple vista vemos claramente diferenciada de las otras dos tablas por su gama cromática. Para El Bosco el problema más importante es la maldad propia del ser humano, y es esa maldad la que se convierte en protagonista de esta tabla.

Un supuesto abogado porta documentos oficiales y sellos para ser firmados. Está siendo atacado por una celada (la parte de la armadura que protege la cabeza), un cerdo con tocado de monja y un ayudante que trae más documentos sobre la cabeza y que, a modo de broche, lleva un sapo, símbolo de la maldad y el demonio. La expresión es de duda y de miedo aunque, sobre todo, de orgullo. Seguramente por firmar algo no ético y fuera de la moral. El resto de la parte baja de la composición está dominado por instrumentos musicales y un monstruo – pájaro sentado en un trono, que deglute cuerpos para después defecarlos en un pozo de sufrimiento y rodeado por la representación de distintos pecados capitales. Este ser lleva una olla en la cabeza y dos ánforas en los pies, elementos de cocina que pueden aludir a la gula. La vanidad aparece representada por una mujer con un sapo en su pecho desnudo que evoca la lascivia. Está sujeta por un oscuro demonio que la obliga a observar su reflejo en el interior de una especie de culo – espejo de otro demonio.

Detrás de la vanidad vemos un trasero que defeca monedas a un gran agujero, siendo trasunto de la avaricia. En una clara imagen de la gula, un hombre glotón vomita en ese mismo agujero. Y, ya en el límite de la tabla, otro individuo perezoso duerme junto a un demonio con grandes ojos, tal vez como una alusión a sus pesadillas.

Como podemos ver, en esa zona inferior se representan los principales pecados capitales y, después de haber sucumbido a estos placeres terrenales, llega el momento del castigo y todo aquello que había sido placer se convierte en tortura y sufrimiento. Al otro lado del plano inferior podemos ver cómo un demonio clava aun hombre a una mesa. Por los elementos que tiene alrededor sabemos que se trata de un tahúr. El grupo de hombres y mujeres detrás de la mesa son personas relacionadas con los juegos de azar, un juego que es engañoso e impuro. Cerca de la mesa encontramos también a un conejo tocando un cuerno y con un hombre colgando boca abajo. Estos pecados representados por sus pecadores nos llevan directamente al castigo de la oscuridad del infierno.

En esta tabla tienen mucha importancia los instrumentos musicales, que aparecen torturando a los pecadores, sobre todo a aquellos que se han dejado llevar por la música profana y no por los cantos celestiales y la música divina. Todo confluye en la zona central de la composición, en la que llama la atención una figura fantasmagórica que reina sobre todo el paisaje infernal. Se trata del hombre – árbol. Híbrido de forma humana, animal y vegetal, algunos han querido ver en él un autorretrato de  El Bosco. Ofrece la sensación de estar sentado en el suelo con el tronco hundido en la tierra. Sin embargo, observado con detenimiento, es pura inestabilidad. Los troncos o piernas se apoyan sobre dos barcas que se balancean peligrosamente. El cuerpo resulta, además estar hueco y en su interior se representa una escena de burdel, con una alcahueta que sirve a una serie de hombres, el primero de los cuales está sentado sobre un gran sapo. Un personaje sube por la escalera con una flecha clavada donde la espala pierde su casto nombre. Esta escalera ofrece continuidad a un elemento que sustenta el interior del lupanar, y avanza hacia el exterior como un mástil que sujeta un estandarte que evoca, a su vez, una cornamusa, instrumento musical parecido a la gaita y vinculado a la música popular y al que se le suele asimilar con la lujuria. Podría entenderse en su conjunto como un símbolo fálico.

Destaca también la cabeza del personaje. Sobre ella se aprecia una especie de plato de su mismo color, en donde descansa otra gigantesca cornamusa. Alrededor de la cornamusa vemos desfilar una procesión a ninguna parte: hombres condenados y desnudos son llevados de la mano por personajes inquietantes. Analizando estos elementos y teniendo en cuenta el lugar que ocupan dentro de la composición, muchos expertos han llegado a pensar que esta figura es, nada más y nada menos, que Lucifer.

En la parte superior encontramos dos orejas que, junto con las dos manos cortadas, son los castigos habituales de la baja Edad Media. En este caso, las dos orejas simbolizan a esa gente que no quiere escuchar la verdad y que, por lo tanto, han elegido un mal camino en la vida. También encontramos muchos objetos para la tortura. Uno de los que más llama la atención es el cuchillo. Dos son los cuchillos que resaltan en este infierno, y ambos llevan una letra M como marca. Según algunos autores apela a la inicial de “Mundus”.

Un caballero es despedazado por una jauría de perros. A pesar de su nobleza y religiosidad, su estandarte es un sapo, fiel servidor del demonio. Así, nuevamente nos planteamos la falsedad de la apariencia, lo diversa y distinta que puede ser la verdad. Parece que este caballero está siendo castigado por cometer el que se podría considerar el peor de los pecados: no haber defendido a la Iglesia, representada por el cáliz y misión esencial del caballero cortesano.

En la zona más alta de la tabla podemos observar una técnica pictórica menos trabajada, más rápida. Es la continuación del paisaje de las dos tablas anteriores pero esta vez, en lugar de escoger el color azul, ha elegido los negros y los rojos para simbolizar ese fuego que lo devora todo. Es un lugar creado para el sufrimiento, en el que muchas personas sufren y son torturadas. En este momento es interesante recordar el horrible incendio que vivió el pintor en su ciudad natal y que estuvo a punto de destruir su propia casa

Conclusión

A pesar de que es una obra que pudo ser muy condicionada por sus comitentes, en realidad El Jardín de las Delicias es una fuerte crítica al privilegio y a los placeres. Una vida que el pintor nos muestra sin apenas ninguna esperanza de salvación.

Todo lo mencionado hasta ahora en el tríptico se vincularía con una idea y un sentido que, como conclusión, resumiría todo lo que aparece en él. Es la idea de la esperanza vana y la función de espejo, palabra que proviene del latín (specullum) y cuyo significado principal sería el de instrumento de mirada. Es una reflexión personal sobre el destino del mundo y del hombre.

Y así acabamos el especial en cuatro actos que hemos dedicado a tan gran obra. Si has disfrutado leyéndolo la mitad de lo que yo preparándolo, ya me doy por satisfecho.

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