Las tentaciones de San Antonio Abad (El Bosco)

El Bosco muestra una visión social con sus pinturas, y lo hace a través de los marginados, que representan la locura y la criminalidad con comportamientos irresponsables. Pero también nos muestra la otra parte de la sociedad a través de los ermitaños, que representan todo lo contrario a los anteriores: nada de excesos del cuerpo, ni agresividad, ni gula y, por supuesto, nada de esas fiestas que se vinculan con los vicios y la sexualidad. San Antonio Abad se ponía como ejemplo de autocontrol de las pasiones de la carne y, por eso, era un motivo tan recurrente en la época.

Era un hombre que, desde el desierto y su retiro, ejercía un vasto dominio sobre el Demonio, los animales, el fuego y sobre todas las tentaciones corporales más intensas. El Bosco lo representa con la mirada perdida en sus pensamientos y ni siquiera hace uso del libro que cuelga a su espalda. Mientras, los demonios parece que están a punto de saltarle.

Esta obra no siempre tuvo la misma forma. Su formato original era en un arco de medio punto. En algún momento debió de sufrir desperfectos que arregló un pintor desconocido (probablemente un artista flamenco del siglo XVI) sobre todo en la parte central, donde se encuentra el Santo, y en el paisaje del fondo. Al repintar las dos zonas se le dio una configuración diferente a la obra, con un paisaje casi oculto por la sombra de los árboles y con el Santo perdiendo un poco el protagonismo de la composición. Los demonios, además, parecen relegados a un segundo plano, sin recibir la debida atención. En el siglo XIX la obra se hizo rectangular mediante el añadido de piezas de madera de roble en las esquinas. También el paisaje se amplió alterando todavía más el sentido original de la obra. Sin embargo, después de la última restauración y la exposición antológica que se realizó en el Museo del Prado, se enmarcó en forma de medio punto, devolviéndole así su formato original.